Sánchez pone en pie de guerra a las Comunidades por agradar a Urkullu y Aragonés
La foto plácida que planeaba Sánchez en la Conferencia de Presidentes saldrá 'movida' pues las tensiones con las Comunidades Autónomas estallan de un lado para otro.
La convocatoria de la Conferencia de Presidentes iba a ser la fotografía de un festejo en campo propio para Pedro Sánchez. Así había decidido irse el presidente de vacaciones. Lanzando un triple mensaje: España unida, “vuelta a las sonrisas”, y una economía que rebota con el maná europeo. Pero la instantánea promete salirle movida, porque, por más que agite el mantra de la “cogobernanza”, las tensiones con las Comunidades Autónomas estallan de un lado para otro.
La inhibición de Sánchez, su incapacidad para legislar contra la pandemia y ofrecer seguridad jurídica en todo el territorio español, tiene sumidos en el caos a los mandatarios regionales y, lógicamente, a los ciudadanos.
Con las autonomías a merced de las decisiones en cada caso de los tribunales para imponer limitaciones, el Consejo de Ministros ha pedido un cierre de filas para reivindicar ante la opinión pública el “éxito” de la vacunación.
La ministra portavoz, Isabel Rodríguez, en las últimas horas, lo ha encabezado en un tono teatral que da sofoco. Más que nada porque olvida –deliberadamente- el balance de la quinta ola y el desconcierto de los españoles ante la –intencionada- ausencia de mando de Sánchez. En fin, cumple a rajatabla la estrategia diseñada por La Moncloa.
Sánchez se reserva para las buenas noticias
Hace ahora más de un año que se decidió dejar la gestión sanitaria en manos de las comunidades para cargar la responsabilidad en sus presidentes. Se ha buscado, estratégicamente, con descaro, que las notas negativas de la pandemia se alejen todo lo posible de Sánchez. Al precio que sea.
Son, en definitiva, los responsables autonómicos los rostros de los contagios, enfermos y afortunadamente cada vez menos fallecimientos. Además de ser ellos quienes deben tomar las decisiones impopulares.
En su intento de capitalizar el cambio de ánimo social de la España “después de la pandemia”, incluso precipitándolo con todos los medios propagandísticos a su alcance, el presidente del Gobierno ha quedado reservado para dar buenas noticias.
Su entorno asiste atónito al hundimiento de Sánchez, en el peor momento, acelerándose un vuelco político que lanza a Pablo Casado a La Moncloa
Pues bien, pese a ello, el balance del curso para él resulta un fracaso. De hecho, su entorno asiste atónito al hundimiento de Sánchez, en el peor momento, acelerándose un vuelco político que lanza a Pablo Casado a La Moncloa.
La Conferencia de Presidentes promete ser calentita. Los barones del PP no parece que vayan a ser espectadores de un monólogo triunfalista de Sánchez. El mismo Iñigo Urkullu ha decidido participar “por los pelos”. Eso sí, al precio de llevarse en el zurrón vasco la recaudación de los impuestos a las transacciones financieras y a determinados servicios digitales que deben ser ratificados este jueves en la Comisión Mixta del Concierto.
Los contactos de la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, han dado sus frutos, aún a costa de agraviar al resto de líderes autonómicos. Con Pere Aragonés, en cambio, no ha habido manera. Y ello a pesar de presumir la misma Montero, entre otros ministros, de tener una relación fluida con el presidente de Cataluña.
Los resquemores de los presidentes
En privado, se insiste desde la sala de máquinas monclovita en la necesidad de dejar que el paso del tiempo permita hallar una solución al denominado “conflicto catalán” a través del “diálogo”. Sin embargo, según avanza el camino, cada vez son mayores los resquemores de los presidentes autonómicos populares, pero también de los socialistas, respecto a que Cataluña y País Vasco van a ser los grandes beneficiados de las multimillonarias ayudas europeas.
El Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia va a ocupar gran parte del debate en Salamanca. El fantasma de la arbitrariedad planea sobre cómo va a repartir ese “salvavidas” Pedro Sánchez cuya única prioridad es seguir en el poder.