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España y el resto de países dejan tirados en Kabul a miles de colaboradores

Pese al autobombo de las evacuaciones, la trágica realidad se impone y todos los Gobiernos intentan camuflar la terrible cifra de colaboradores abandonados ya a su suerte.

Pedro Sánchez, Charles Michel y Úrsula von der Leyen, presumiendo hace una semana de las evacuaciones

Publicado por
Javier Rodríguez

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"La comunidad internacional está con el pueblo afgano, velando por sus derechos y dignidad". La frase es de Pedro Sánchez y, con variaciones, se repitió en todas las cancillerías occidentales tras conocerse los dos atentados en Kabul que han terminado, de un bombazo terrible, con toda la propaganda de las evacuaciones vertida durante una larga semana.

De repente, con niños muertos en la calzada incluso, la realidad se ha impuesto a las frases hechas con toda su crueldad y la infernal situación que dejan Estados Unidos y Europa en Afganistán ha derrotado a mensajes que, como el de Sánchez, son más de autodefensa que de protección real de nadie: Occidente abandonó precipitadamente Kabul y, en su huida, apenas ha logrado salvar a unos cientos de personas.

Fuentes diplomáticas consultadas por ESdiario lo dejan claro: "Hemos dejado abandonadas a miles de personas que han trabajado años con nosotros y ahora se quedan allí tiradas". El "nosotros" no engloba solo a España. También a Estados Unidos, por encima de todos, y al resto de los diez países que más energías, presupuesto y personal han dedicado durante veinte años a desalojar a los talibanes para, al final, dejar que vuelva los talibanes sin resistencia.

La salida en tromba de Occidente, con los fundamentalistas tomando el país sin resistencia, inició una campaña de lavado de cara que ha pretendido convertir en algo épico una confesión de culpa e incapacidad retransmitida con un lenguaje épico ahora destapado.

A España, ofrecida por Sánchez como punto de reunión de los repatriados de cualquier país, han llegado unos 1.600 afganos en los últimos días, de los que la mitad ya han sido redistribuidos en distintas Comunidades Autónomas o incluso en otro países. Todo ello con un despliegue publicitario que incluyó la comparecencia conjunta de Sánchez y las dos máximas autoridades europeas el pasado sábado en Torrejón.

"Abandonados a su suerte"

Pero esa cifra es una gota en el desierto que ahora, con la práctica suspensión de las evacuaciones tras los atentados antes de la fecha límite del 31 de agosto, pone a todos en su sitio y deja tras de sí un panorama desolador de abandono y olvido: "No solo hemos dejado tirada a la población civil de Afganistán; también a miles de colaboradores que se han jugado la vida por ayudarnos", explican las mismas fuentes.

El número es incierto y la "cuota de la vergüenza" de cada país también, pero la cifra puede ser de cinco ceros si a los colaboradores de España y el resto de naciones de la coalición se les añaden sus familias. Se trata de afganos que han estado entre 15 y 20 años trabajando codo con codo con Europa y Estados Unidos, con los talibanes en las montañas observando con odio y tomando nota de esos "colaboracionistas".

Ni el Gobierno de España ni ninguno da la cifra de a cuántos colaboradores ha abandonado: con sus familias, sumarán cinco ceros

Entre ellos pueden estar algunas de las víctimas mortales que ya se ha cobrado el apogeo talibán en los últimos tres días, en ejecuciones sumarísimas consignadas ya por la comisionada de la ONU en Derechos Humanos, Michelle Bachelet, otro contrapunto a la propaganda europea que ha querido presentar su fuga como una "operación humanitaria" y la invasión talibán como una posibilidad de apaciguamiento en Afganistán frente a males mayores como el Estado Islámico.

Incluso, quizá para tapar la vergüenza de la fuga sin mirar atrás, se ha llegado a debatir en serio si los talibanes incluirían a mujeres en su Gobierno, en otra estrambótica prueba más de que Occidente ha estado más ocupado en salvar su imagen esta semana que en revocar su fuga o, cuando menos, explicarle sus consecuencias sin ambages a la opinión pública y asumir el "castigo" correspondiente.

El Gobierno español, por ejemplo, no es capaz de decir a cuántos colaboradores y cuántas familias "españolas" ha dejado tiradas en Kabul, dentro del aeropuerto o fuera de él: se ha conformado con repatriar a los españoles de nacimiento y a unos cientos de extranjeros que, en misiones como la de Bagdish, en las cercanías de Herat, trabajaban para España incluso desde 2008.

"Os vamos a cortar la cabeza"

Uno de ellos dejó hace 48 un testimonio estremecedor en Espejo Público que resume con crueldad la situación de tantos otros y retrata a todos los países que, lejos de asumir su culpa, intentan dar lecciones como las de tuit de Pedro Sánchez. Se llama Karuan, y dejó clara su desesperación y el problema al que se enfrentan con un relato que pone los pelos de punta:

"Hace tres días los talibanes entraron a mi casa, marcaron los dedos de mi hermano y las orejas con rotulador y le dijeron a mi familia 'si no aparece Karuan os vamos a cortar la cabeza a todos vosotros'. Les dieron menos de un mes".

Su familia sigue allí. Y otras miles también, cercadas a la vez por los talibanes y el DAESH, arrojadas al olvido por España y el resto de Occidente y condenadas a vivir un martirio que quizá termine con su asesinato. Pero Sánchez, y tantos otros líderes, aún son capaces de decir sin demasiado pudor que velarán por sus "derechos y dignidad".