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Los “socios a palos” del independentismo preparan un nuevo asalto

El independentismo resquebrajado se enfrenta a un nuevo reto en apenas dos semanas: el Debate de Política General

El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, con el expresidente Carles Puigdemont,

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Tras la última reyerta entre los dos partidos que sustentan al Govern de Cataluña a cuenta de la mesa política, el independentismo resquebrajado se enfrenta a un nuevo reto en apenas dos semanas: el Debate de Política General, uno de los más intensos y trascendentes del periodo de sesiones, equivalente a nivel autonómico al Debate sobre el Estado de la Nación.

Y en esa pugna recurrente que enfrenta a los pragmáticos de ERC con los ultraindependentistas de nuevo cuño de Junts está por ver qué actitud adoptan los socios de la formación que lidera desde Bruselas el ex president Carles Puigdemont. Está por ver si los “socios a palos” convierten en un ring el Debate de Politica General o pactan una entente cordial por no desmotivar o desconcertar más si cabe a sus potenciales votantes.

La lógica política indica que los socios de un gobierno de coalición debieran presentar un balance de gestión ante el Parlamento, si no brillante, al menos aseado y merecedor de la aprobación ciudadana. Sin embargo, siendo realistas, el gobierno que preside Pere Aragonès, constituido por la campana y con unos socios de Junts que firmaron a regañadientes mientras se conjuraban para darle mala vida al President, tiene poco que ofrecer al respetable.

Más allá de la estrambótica negociación para constituir la coalición, con los intentos por parte de Junts de colocar por encima de Aragonés al fugado Puigdemont y sus insistentes maniobras para tratar de restar legitimidad al Molt Honorable Aragonès, los socios tienen dos grandes hits en su haber: la gran bronca que dio al traste con el proyecto de ampliación del aeropuerto de El Prat y la consiguiente inversión de más de 1700 millones de euros, además de la creación estimada de cerca de 200.000 empleos y un retorno de casi 5000 millones, con el correspondiente aumento del PIB catalán y su impacto en el PIB nacional, es uno de ellos; el otro, el bochornoso episodio de la composición de la Mesa Política y la expulsión de la misma de los integrantes de Junts, más empeñados aparentemente en volar los puentes con el gobierno de Pedro Sánchez que en el éxito y alcance de la Mesa.

A la facción que sigue a su gurú Puigdemont, dentro de Junts, se les queda un panorama más que triste

No hay presupuestos aprobados, ni proyectos novedosos e ilusionantes y sí muchas promesas incumplidas a una parroquia que compró esa “ensoñación”, según entiende la sentencia del Tribunal Supremo, de la Cataluña independiente que iba a ser aclamada por la UE.

Años después, ERC -por fin y por los pelos- preside el Gobierno catalán y los socios de Junts no lo acaban de digerir. A la facción que sigue a su gurú Puigdemont, dentro de Junts, se les queda un panorama más que triste: no fueron primera opción entre los independentistas, su líder no es “ el legítimo”; aunque no vive nada mal en Bruselas, languidecen él y su causa, fuera de juego en la negociación política entre gobiernos de España y de Cataluña, le han levantado la inmunidad, con lo que la justicia española y la euroorden le acechan y, para colmo, el gobierno de Sánchez ha decidido paralizar la rebaja de las penas de sedición en nuestro ordenamiento jurídico.

Si durante años el secreto de su éxito fue “cuanto peor, mejor”, cualquier rebaja de la inflamada situación en Cataluña es veneno para el “puigdemontismo”.

El electorado penalizaría la ruptura

Cualquier observador avezado se preguntará ¿por qué no rompen el gobierno semejantes socios tan mal avenidos? Y la respuesta es sencilla: porque tanto ERC como Junts creen firmemente que su electorado penalizará a quien provoque la ruptura.

Además, en Junts tienen bastante asumido que, en caso de necesidad y sin una ruptura clara entre Sánchez y Aragonès, el president tiraría del comodín del PSC, como quien tira de la anilla en el chaleco salvavidas, mientras que ellos se quedarían en la nave a punto de estrellarse.

Con todo, los independentistas se aproximan al Debate de Política General más divididos que nunca y con las manos vacías de gestión, pero con muchos reproches mutuos y toda la desconfianza que son capaces de acumular. Está por ver si son capaces, por lo menos, de guardar las apariencias.

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