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El poderío de Almeida desestabiliza a Villacís y resucita los miedos de Aguado

La polémica alimentada en estas últimas horas por la vicealcaldesa de Madrid, Begoña Villacís, con las Olimpiadas de 2036 ha sorprendido por igual a propios y extraños.

Almeida y Villacís, el pasado junio

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La polémica alimentada en estas últimas horas por la vicealcaldesa de Madrid, Begoña Villacís, con las Olimpiadas de 2036 ha sorprendido por igual a propios y extraños. A los suyos, los de Ciudadanos, porque interpretan que la salida de pata de banco de su compañera es “inoportuna y extemporánea”. A los ajenos, en el PP, porque no entienden que Villacís haya enfangado la coalición en público, cuando si algo ha demostrado la alianza municipal entre naranjas y populares es que ha sabido todo este tiempo “lavar los trapos sucios en casa”. Si hablas con los dirigentes de ambos partidos, dan la disputa por zanjada y no se atreven a vaticinar si Villacís ha cometido un error involuntario en su afán por marcar perfil propio, o puede augurar una estrategia de futuro con la vista puesta en las elecciones municipales de 2023. Faltan aún un año y 8 meses, claro, pero ya se sabe que en la actual política española los partidos viven en una campaña electoral continua.

“Begoña Villacís tiene tanto afán de protagonismo que no sabe distinguir que una noticia como la candidatura olímpica de Madrid 2036 corresponde darla sólo al alcalde”, me asegura un concejal del PP sobre su compañera en la Corporación municipal. El enfado es manifiesto. En los mentideros de la política madrileña, y más en concreto en los aledaños del Palacio de Cibeles, es vox populi que las sucesivas encuestas son tan demoledoras para el futuro de la plancha “naranja” como lo fueron sus resultados en las elecciones autonómicas del 4 de mayo.

¿Perfil propio en Madrid?

Y ese es el escenario que parece haber abierto un enorme dilema para Villacís y sus fieles en el gobierno de José Luis Martínez-Almeida: si marcar perfil propio desde ahora para volver a armar una candidatura con garantías cuando se abran las urnas al Ayuntamiento de Madrid, o aterrizar selectivamente en una lista unitaria que encabece el PP. El problema para la vicealcaldesa es que tras el efecto del “ciclón Ayuso” en Génova ella misma empieza a ser consciente de que el Partido Popular madrileño tiene a su alcance pescar hasta dejar seco el “caladero” de Cs e, incluso en el del PSOE, como ha demostrado con suficiencia la presidenta popular madrileña.

Villacís no sabe si maniobrar por su cuenta con el riesgo de convertirse en una desleal como su antigua némesis en la Comunidad, Ignacio Aguado

Por eso, en la cúpula de Inés Arrimadas comienzan a hacerse ya a la idea de que su socio no desea revalidar la coalición de 2019 que gobierna Madrid, ni tampoco dejar huecos en las listas populares a nombres de políticos de Cs que busquen sobrevivir al tsunami que se avecina, al naufragio de un partido que irrumpió arrollador en Madrid bajo el liderazgo de Albert Rivera. Eran otros tiempos bien distintos. Algunos dirigentes del PP de Madrid no ocultan su sorpresa por la polémica generada por Begoña Villacís, después de un año y medio muy complicado en Cibeles con la pandemia o el temporal Filomena, problemas frente a los cuales la coalición ha funcionado, al menos de cara a los madrileños, como un frente único, común y bien avenido. Almeida y Villacís, Villacís y Almeida, habían establecido hasta ahora un pacto de reparto de papeles que ha permitido a ambos el margen suficiente para rentabilizar los éxitos de la dos “patas” del gobierno municipal.

¿Por qué Begoña Villacís ha amagado ahora con romper ese acuerdo tácito de no agresión si no hay elecciones a la vista ni ha sido nunca el estilo de Almeida tratar de amordazar a su socio naranja? Es algo que se preguntan en estas horas en la sede del Partido Popular madrileño, en la primera planta de Génova 13. Tampoco lo entienden algunos sectores de Cs en Madrid. Bastante tiene Inés Arrimadas con zanjar las heridas reabiertas tras su hundimiento en la Comunidad de Madrid el 4-M, a la vez que blinda sus productivos pactos en Andalucía y Castilla y León mientras afronta la negociación de los Presupuestos tratando de ganar algún protagonismo mediático, atrapada en la irrelevancia entre el empuje de PP y Vox y la “coalición Frankenstein”. Villacís es, ciertamente, un peso pesado de Ciudadanos, equiparable por su rango institucional a los vicepresidentes Juan Marín o Francisco Igea. Y con mayor proyección pública y mediática que el propio portavoz de Arrimadas en el Congreso de los Diputados, Edmundo Bal.

¿Mejor cerrar filas?

El dilema de la vicealcaldesa en los próximos meses radica en buscar su lugar en la parrilla de salida electoral. Es decir, o mantener el statu quo y cerrar filas con Almeida -cuya sintonía personal es para muchos de sus próximos “manifiestamente mejorable”- o maniobrar por su cuenta con el riesgo de convertirse en una desleal como su antigua némesis en la Comunidad, Ignacio Aguado. Y en Cs saben mejor que en ningún otro sitio los nubarrones políticos sobre su imagen que llevaron al vicepresidente de Isabel Díaz Ayuso a tener que abandonar la política. Begoña Villacís está jugando con fuego.