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¿El fin de Ciudadanos?: la fuga masiva de militantes al PP arruina a Arrimadas

La sangría naranja ya es estruendosa y se calcula que más de 1.900 militantes de Cs se han pasado al PP sin necesidad de negociar una alianza o absorción de siglas.

Casado y Arrimadas, hace dos años

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Manuel Villa

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"Lleva camino de ser una absorción". La frase a ESdiario es de un dirigente popular, y refleja el proceso de integración de Ciudadanos en el PP sin un acuerdo entre las siglas: la captación es nombre a nombre, de manera individual y voluntaria, sin el tipo de negociaciones que en el pasado desembocaron en listas conjuntas, por ejemplo en el País Vasco.

Ahora ya no hace falta: desde que Cs intentara la moción de censura en y tal vez en Madrid, la "fuga de talentos" a las filas populares ha sido una riada y los naranjas apenas sobreviven con los tres últimos nombres con cierto tirón y conocimiento público: Inés Arrimadas, Begoña Villacís y el andaluz Juan Marín, vicepresidente del Gobierno del también popular Juanma Moreno.

Todo el mundo señala a Fran Hervías, el hombre fuerte de la intendencia naranja en tiempos de Albert Rivera, como responsable de esas deserciones: su agenda tiene todos los teléfonos y su salto al PP coincidió, efectivamente, con el comienzo del éxodo.

Pero hay más, mucho más: el temor a perder el cargo público por quedarse en "El Álamo" explica una parte del fenómeno. "Pero también los bandazos de la dirección", explican a este periódico fuentes madrileñas de Ciudadanos.

Lo cierto es que, con el último episodio de dimisiones naranjas en Aragón, el futuro se presenta muy incierto y la supervivencia no está garantizada. "A este paso desparecemos", explica a ESdiario un importante nombre de Cs que, fichado en su día por Rivera, prefiere ahora ocultar su identidad por el temor a represalias.

¿El fin de CS en 2023?

"No es tan difícil: tenemos que estar contra Sánchez, en lugar de pactando con él", resume dolido por el previsible hundimiento de unas siglas que sigue considerando "necesarias". Las Municipales de 2023, y las andaluzas, aparecen en rojo en el calendario interno de Ciudadanos: si ahí se confirma la debacle, quizá se escriba a continuación el epitafio en el cadalso de las Generales, previstas para finales de ese año o, si Sánchez lograr estirar la legislatura, principios de 2024.

En todo caso, en Génova se calcula que más de 1.900 militantes de Cs se han dado de baja en el partido y de alta en el PP, donde no se esconde una cierta euforia por la OPA casi espontánea lanzada desde el incidente de Murcia. Tanta como para desechar listas conjuntas e, incluso, incorporaciones a las candidaturas de nombres ilustres a título personal, como independientes.

El ejemplo es Villacís, a quien en su momento se quiso ver incluso de número dos de Almeida en la lista popular y ahora, simplemente, se esquiva. Ni se ve oportuno internamente ni se ve necesario electoralmente. Y eso que es quizá el nombre con más tirón en las alicaídas filas naranjas.

Murcia escribió un epitafio para Cs, que protesta por una OPA de Casado que ha sido espontánea entre cientos de militantes

Desde Ciudadanos, todo son lamentos e impotencia, y se limitan a criticar esta "OPA hostil" emprendida por Pablo Casado. Además, aseguran que, "pesar de todo" más del "95%" de los miembros de Ciudadanos permanecen en el partido aunque les hayan ofrecido "carguitos" para defender el "proyecto liberal", en palabras de su presidenta, Inés Arrimadas. Unas cifras que no parecen muy verosímiles, en todo caso.

Masiva afiliación al PP

En Génova vieron como una "traición" la moción de censura promovida por Cs y PSOE en Murcia para desbancar el Gobierno de Fernando López Miras. El partido naranja dejó de ser un socio fiable y, desde ese momento, el PP pasó al ataque llamando a ingresar en sus filas a los cargos y votantes de Cs "defraudados" tras esa "operación clandestina", en palabras del secretario general del partido, Teodoro García Egea.

Pero lo hacen de forma sibilina, sin mensajes públicos ni grandes operaciones: por goteo, sin anuncios, aprendiendo del pasado, cuando la inclusión en las listas de "naranjas" con pedigrí en Cataluña o Madrid despertó más problemas internos que soluciones externas.

La vieja relación personal entre Casado y Arrimadas, que siempre se llevaron muy bien, no es un antídoto para esta larga marcha que amenaza con dejar a los huesos a ese partido que un día, no hace tanto, soñó con adelantar al PP y hoy se ha despertado en medio de una pesadilla.

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