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Ley de la Memoria: los excesos de sus "costaleros" obligan a Sánchez a recular

Cuatro décadas después, parte de la clase política de este país pone en duda la envergadura y los éxitos de la empresa de quienes decidieron hablar y pactar antes que imponer.

Sánchez y Batet en la recepción del 6-D.

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43 años de Constitución. Otra oportunidad para mostrar los pilares de la ley de leyes. La búsqueda consensuada de un proyecto común de convivencia en libertad que sellase la conciliación forjada por los españoles en años empapó a los padres de la Carta Magna.

La Transición de la dictadura a la democracia, con sus claros, grises y oscuros, fue orgullo para todo el país a finales de los años setenta del pasado siglo. El expresidente socialista Felipe González no ha podido decirlo mejor: “Preferimos ser hijos de la democracia que nietos de la Guerra Civil”. Un cambio que nos enganchó al futuro.

Cuatro décadas después, lamentablemente, parte de la clase política de este país pone en duda la envergadura y los éxitos de la empresa de quienes decidieron hablar y pactar antes que imponerse. El consenso. Ningún vencedor para que ganásemos todos. La Constitución no es de ningún grupo, es de los españoles. A su celebración no acudieron los socios habituales de Pedro Sánchez.

En octubre, durante el 40º Congreso Federal del PSOE celebrado en Valencia, Sánchez bramó contra Pablo Casado por no allanarse a reformar la Constitución para, según el socialista, eliminar del texto algo tan sencillo como el término “disminuidos”. ¿Quién pude ser tan insensible como para no permitir que las personas con discapacidad tengan su justo reconocimiento?

La Constitución no es de ningún grupo, es de los españoles. A su celebración no acudieron los socios habituales de Pedro Sánchez.


Pero, sin duda, la crítica al jefe de la oposición trae vicios ocultos. Porque abrir la reforma constitucional es volar el portón que frena al “bloque Frankenstein”, que sustenta a Sánchez en la legislatura, en sus ansias por “colar” sus estigmas en asuntos como el derecho de autodeterminación o en artículos que convierten a España en una Monarquía parlamentaria. No está la situación política para ensayos.

Recordémoslo: hace un año Pablo Iglesias dijo que los ciudadanos, cuando se reuniesen en familia a pasar la Nochebuena, tras el tradicional discurso del Rey por televisión iban a debatir si preferían República o Monarquía. No se pasó de frenada. No habló por hablar.


El ministro de la Presidencia con los diputados de Bildu.


El por entonces líder de Podemos y vicepresidente del Gobierno no ocultaba las obsesiones de quienes sujetan a Sánchez en La Moncloa. La debilidad del presidente envalentona a sus aliados independentistas y de izquierda “bukanera” en sus estrategias de deterioro institucional contra el espíritu del 78, que sólo aspiran reventar. Un botón de muestra: El Rey padre, gran protagonista de la democracia, vive “exiliado” en Emiratos Árabes sin que pese condena judicial sobre él.

El anterior ministro de Justicia, el socialista Juan Carlos Campo, confesó en el Congreso de los Diputados las verdaderas intenciones. En busca de seducir a sus aliados abrió la puerta, literalmente, a un proceso constituyente. ¿Un desliz? Nunca quiso explicar a qué se refería. Aunque sus palabras no admitían dudas.

La voluntad de violentar las costuras del modelo del 78 ha quedado recientemente plasmada con la denominada ley de Memoria Democrática

La Moncloa, viendo el guirigay público que la confesión del notario mayor del Reino había suscitado, afirmó que se había expresado de manera incorrecta. La comunicación sanchista trató de enterrar el asunto asegurando que sólo narraba que la pandemia abría un tiempo distinto. ¿Un globo sonda para probar la opinión ciudadana? ¿Ir “colando” en la sociedad ideas que sólo caben forzando la ley?

En fin, la voluntad de violentar las costuras del modelo del 78 ha quedado recientemente plasmada con la denominada ley de Memoria Democrática. Por fortuna, el Gobierno ha sufrido un tropiezo con su proyecto estrella. Los excesos de sus costaleros preferentes de legislatura, Unidas Podemos, ERC y Bildu, le han obligado a retrasar los planes.

Ni el sanchismo está preparado todavía para ir tan lejos. Exigían abrir un juicio sumarísimo a Franco muerto, a la ley de Amnistía y a la Transición. Peticiones imposibles, legalmente hablando, a no ser que se tire por la calle de en medio y se decida que “el cielo no se toma por consenso, sino por asalto”: es decir, seguir la línea revolucionaria contraria a la que trajo la Constitución.