El duro calendario de Sánchez le hace temer un gran "revolcón" de Casado
El presidente vende optimismo pero sabe de la dura realidad que le rodea y de las citas clave que pueden enterrar su carrera política de aquí a dos años.
Diciembre siempre es un mes lleno de optimismo. El puente de la Constitución, la Inmaculada y las fiestas navideñas son fechas para el gozo. Pero el año próximo llegará puntual, tras el salpicón festivo de Reyes Magos.
Y la “cuesta de enero” acecha también al Palacio de la Moncloa, pese a la euforia, made in sanchismo, que vive Pedro Sánchez entre descarados viajes en el Falcon a costa de los españoles.
El presidente y su núcleo duro se mueven por un laberinto donde resulta difícil escoger el camino que les permita llevar la legislatura hasta finales de 2023. Ese es su deseo. Sí. Aunque no sea tarea sencilla. De hecho, el trayecto es más tortuoso según avanzan los meses. En La Moncloa bien saben que los dos próximos años van a ser duros. La cuesta cada día se empina más.
El líder socialista ha decidido hacer de la recuperación económica un mantra que sus guionistas aspiran a convertir en eslogan que los españoles vinculen a las siglas PSOE. Pero, de momento, las cuentas no les salen, y las cifras quedan lejos de consolidar las optimistas previsiones del Gobierno. Además, el marketing no puede maquillar las crisis económicas, ni disimularlas los políticos o analistas afines en las televisiones, porque las sufren directamente las familias en sus carnes.
El alza de los precios es una pesadilla al que el Gobierno no encuentra forma de meter mano. La inflación cabalga desbocada y cada día es una carga mayor. El coste de la luz y los combustibles tienen en guerra y con descontento creciente a sectores estratégicos del país. El maná de los fondos europeos no está llegando a los ciudadanos de a pie.
Y, para colmo, la nueva variante ómicron vuelve a hacer visibles los descosidos de un gabinete incapaz de hacer una ley que permita a las Comunidades Autónomas tomar medidas contra los contagios.
La gestión de Moreno y Mañueco, como ya ocurriese en Madrid con Ayuso, es muy aplaudida. Todos los sondeos vaticinan la victoria del PP. Ello haría que Sánchez tuviese que afrontar la etapa final de su mandato a remolque de Casado
De momento, a la espera de darle la vuelta al panorama, los estrategas de La Moncloa se han sacado del sombrero el conejo de duplicar el Consejo de Ministros hasta final de año. El único objetivo de la medida es trasladar a la opinión pública que los ministros, con el presidente a la cabeza, mantienen una incesante acción ejecutiva.
Pero ni por esas. Porque por la falta de logros y proyectos gubernamentales tras cada convocatoria está resultando incluso contraproducente para los intereses de Sánchez. Tan es así que encuentran serias dificultades para abrirse paso en las portadas informativas. Otro desaguisado.
Por si esto no fuese suficiente, el escenario político venidero se complica. El previsible adelanto electoral en Andalucía y Castilla y León en primavera no pinta bien para el socialismo. Además de poner a prueba la ya de por sí delicada alianza PSOE-Unidas Podemos, pues cada uno tendrá que marcar perfil propio.
A remolque de Casado
La gestión de Juanma Moreno y Alfonso Fernández Mañueco, como ya ocurriese en Madrid con Isabel Díaz Ayuso, es muy aplaudida. Todos los sondeos vaticinan la victoria del PP. Ello haría que Pedro Sánchez tuviese que afrontar la etapa final de su mandato a remolque de un innegable ganador en las urnas: Pablo Casado. Lo que significa un desgaste poco asumible en política.
Y no se quedan aquí los reveses. Desde Unidas Podemos a ERC, Bildu o PNV, los socios preferentes con los que ha ido contando Sánchez para “ir tirando” van a seguir exigiéndole, con más ahínco todavía porque las elecciones se acercan, cumplir y desvelar los diversos acuerdos que se han ido alcanzando para alargar su poder.
Llegan los momentos claves, cuando cada cual intentará vender a sus electores lo logrado. Y algunos pactos van a ser difíciles de explicar para Sánchez y “su” PSOE. Así que en este segundo tramo de la legislatura, el presidente, pese a no tener ya a Pablo Iglesias en el Gobierno, tiene garantizado el insomnio.