Sánchez prefiere hablar de ricos y pobres a justificar las amistades peligrosas
El presidente del Gobierno apuesta su estrategia al debate sobre nuevas cargas fiscales en lugar de cuestionar sus pactos, prioridades políticas y cesiones
Si algo ha dejado claro Pedro Sánchez a los suyos es que no hay nada escrito y que las encuestas sólo marcan una tendencia. Además, la semana pasada tuvo ocasión el presidente del Gobierno, en su encuentro en Zaragoza, de contarles en persona a sus barones que las encuestas que obran en su poder, marcan un parón del “efecto Feijóo” y que auguran una campaña reñida a lo largo de todo el año 2023.
El mensaje de Sánchez no dejó lugar a dudas: sus representantes en las CC.AA., sus barones, tienen que salir a la calle y reivindicar lo que se ha hecho frente a la crisis; reivindicar los ERTES, las ayudas a los más desprotegidos, explicar que el dinero procede de los impuestos, distinguir entre ricos y pobres y situar al PP con los ricos y señalarles como los defensores de una minoría muy rica y poderosa, frente al PSOE, que defiende a los más desprotegidos, a los trabajadores y a las clases medias. Hay mucha “brocha gorda” en toda la teoría que los barones tienen que defender ante el respetable, pero los ideólogos de la estrategia no quieren que se pierda la esencia del mensaje de este PSOE de Pedro Sánchez, decidido a ir “a por todas”.
En todas y cada una de las CC.AA. están echando cuentas para demostrar que el impuesto sobre el Patrimonio que se disponen a bonificar hasta dejarlo sin efectividad, solo beneficia a unos pocos (como ocurre en Andalucía, donde los cerca de 110M € recaudados suponen un 0,66% de la recaudación total y no suponen una gran cifra entre los 42.000M€ de presupuesto total). Asimismo, se preparan comparaciones como qué podría hacerse gracias a esa “pequeña” cantidad recaudada entre las grandes fortunas y no se hizo. Las Comunidades preparan listas de “deudas”, en forma de obras, infraestructuras, contratación de personal sanitario, etc. que la Comunidad mantiene para con sus ciudadanos y que bien podría saldar haciendo uso de ese dinero que se deja de recaudar.
Por supuesto, los barones del PSOE no mencionarán que la estructura del propio Impuesto sobre el Patrimonio tiene mucha contestación, por muchos motivos y que en la UE no hay otros países que lo apliquen como tal, aunque Francia, Italia o Bélgica tienen gravámenes similares, pero en ningún caso por el patrimonio neto. La estrategia está clara y el mensaje es nítido. Ahora todos tienen que entonar la misma melodía, aunque cada cual con su instrumento favorito y, por supuesto, con ciertas “licencias” para el desmarque en casos de necesidad.
Así, en el entorno de Sánchez tienen claro, por ejemplo, que el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, tiene ”licencia para el desmarque”, no en materia de impuestos, pero sí en lo que a las compañías del Gobierno se refiere, los socios parlamentarios de ERC y Bildu. No es que les entusiasme que Page se recree en ello, pero “comprenden” que el manchego tiene que conseguir mayoría absoluta, para poder seguir gobernando en su Comunidad, puesto que a su izquierda, la izquierda de Podemos ni está ni se le espera.
“Sin apoyos posibles por la izquierda -comentan algunos de los asesores monclovitas- Page tiene que buscar su caladero de votos más hacia la derecha, pero lógicamente, el PSOE necesita que Castilla-La Mancha siga siendo socialista”. En todo caso, en Moncloa, donde pilló por sorpresa la estrategia en cascada de las Comunidades gobernadas por el PP de bonificar el Impuesto sobre el Patrimonio, aseguran ahora que prefieren hablar sobre los impuestos antes que de las amistades peligrosas.
“Mejor hablar de impuestos para ricos y pobres – subraya uno de los asesores gubernamentales- que no estar justificando la búsqueda de los apoyos en ERC y Bildu. Al final, se lo tendremos que agradecer al PP.” Con o sin agradecimientos, el Gobierno trabaja ya sobre un nuevo impuesto, más moderno y acorde con ciertos gravámenes que sí se llevan en los países del entorno y que presentará como algo parecido a un impuesto a las “grandes fortunas”, el 65% de las cuales se concentran en la Comunidad de Madrid, siempre que no decidan trasladarse a otras Comunidades tan “atractivas” fiscalmente como la capital. La batalla está servida y Sánchez parece convencido de que el relato le favorece.