Ferraz avisa a sus barones: licencias… las justas
Ximo Puig, que en ningún caso es un verso suelto en el PSOE, ha decidido interpretar a su aire el argumento que se manejó desde Ferraz en fiscalidad.
Estaba todo listo en la dirección del PSOE: ricos y pobres, aportaciones personales para cubrir derechos y servicios colectivos, solidaridad; se había pedido desde la cúpula socialista que se sacasen las cuentas de los impuestos que el PP “perdona” a las clases más pudientes en las respectivas Comunidades Autónomas, frente a sus cifras de marginalidad, carencias en los servicios públicos, etc. Los argumentarios en la cofradía del puño y la rosa tenían que ser concisos, con pocas ideas fuerza y datos demoledores, para ganar la batalla al PP de Alberto Núñez Feijóo en su cruzada
autonómica por la bajada de impuestos y, de pronto, llegó Ximo Puig.
Monclovitas y personal de Ferraz estaban convencidos de que las cosas iban por buen camino y que el “tridente” compuesto por la inflación, la crisis energética y la fiscalidad iban a darles una alegría en su discurso. Antes incluso de que se diese a conocer el dato adelantado del IPC de septiembre, en el PSOE esperaban la bajada considerable de los precios, gracias a la entrada en vigor de la excepción ibérica y de las ayudas en materia energética, además del efecto contable que, salvo sorpresa, va a llevar a la inflación a irse moderando en los próximos meses, dado que la propia fórmula de cálculo del IPC toma como punto de referencia el IPC del año anterior y no hay que olvidar que la inflación empezó a despuntar en marzo de 2021 y se salió de madre en meses posteriores, con lo que a partir de este momento se estarán tomando cifras elevadas como punto de comparación.
Pedro Sánchez, apostando a este efecto de moderación de la inflación le iba a favorecer ya que la crisis energética no tiene por qué remitir, pero que, en todo caso, en el seno de la UE -acertadamente o no- se están planteando soluciones que la vicepresidenta Teresa Ribera ya defendió hace un año ante sus homólogos y que él mismo llevó ante un Consejo Europeo, para convertirlas en casus belli. Sánchez se reservaba el “penúltimo” (con él siempre puede salir de la manga un truco más) golpe de efecto con la fiscalidad. La titular de Hacienda y vicesecretaria del PSOE, Maria Jesús Montero, tenía que presentar una reforma fiscal, frente a la “obsesión del PP por defender los intereses de los ricos y poderosos”, como iban a presentarla.
El caso es que el presidente de la Generalitat Valenciana, Ximo Puig, que en ningún caso es un verso suelto en el PSOE, ha decidido interpretar a su aire, eso sí, el argumento que se manejó desde Ferraz tras el “desmarque” de otro de los barones, el castellano- manchego, Emiliano García-Page, cuando señaló “las malas compañías” del PSOE como un obstáculo para que las cosas le vayan bien al PSOE, electoralmente hablando.
Se da la circunstancia de que el gobierno de la Comunidad Valenciana, que preside Ximo Puig, está compuesto por Compromís y Podemos. También está Podemos en los gobiernos autonómicos de Baleares, Navarra, Aragón o La Rioja, mientras que en Asturias la coalición es con IU. Lógicamente, los comentarios de García-Page, no sentaron bien en ninguno de esos territorios, donde sus respectivos líderes han tenido que ”lidiar” con Podemos y otras especies políticas y, probablemente, precisen de su colaboración, si es que pueden serles de ayuda en el futuro.
Por otra parte, hay quienes trasladaron su queja a las alturas de la sede socialista de Ferraz, porque ese intento por arroparse de Page, dejaba los pies fuera de la manta a buena parte de sus compañeros, por no hablar del propio Gobierno de Pedro Sánchez y, como Ximo Puig, recibieron una respuesta intentando templar gaitas y admitiendo que hay que entenderlo como una “licencia” que se toma el castellano-manchego, para buscar en el espacio electoral del centro y centro-derecha los votos que le permitan revalidar su mayoría absoluta.
A esa afirmación añadían que cuantos más territorios retenga el PSOE, mejor para todos y que, a fin de cuentas, cada cual tiene sus fórmulas y se toma sus “licencias”. Y en estas Ximo Puig decidió autoexpedirse su “licencia”. Dice Puig que él ya había anunciado y es cierto que avisó -el que avisa no es traidor- de sus intenciones, pero ni en Ferraz ni en el Gobierno esperaban esa respuesta. Por eso les pilló con el pie cambiado y forzó la reforma fiscal apresurada que se vio obligada a poner sobre la mesa María Jesús Montero, todo para evitar que los barones sigan tomándose sus “licencias”.
Por si acaso, en Ferraz han cambiado el discurso: “licencias”… las justas, a partir de ahora. Todo apunta que habrá segunda vuelta de esa Reforma Fiscal. Y entonces, según aseguran en el PSOE ya no habrá que “pasar por el aro” de sus socios de Unidas Podemos. Un año de legislatura da mucho de sí…