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El manual de resistencia de Sánchez: achicharrar ministros para salvarse

El presidente, que se ha pasado la semana de ruta por el mundo, ha esquivado los problemas de su Ejecutivo dejando a los ministros solos, algo ya habitual en él.

Pedro Sánchez

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Andrea Jiménez

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El presidente del Gobierno tiene clara la hoja de ruta a seguir para llegar a las generales libre de sospecha. Su manual de resistencia particular ha quedado en evidencia en la última semana con unas breves palabras sobre las polémicas que acorralan a Irene Montero, por la 'ley del sí es sí'. Pedro Sánchez se aleja de las polémicas, poniendo incluso tierra de por medio, y termina por descargar en los ministros la responsabilidad de los fiascos de su Gobierno, achicharrándolos, para salvarse él mismo de la quema.

Los episodios se han ido sucediendo uno tras otro siguiendo una especie de patrón diseñado hábilmente en el Ala Oeste de Moncloa con la única intención de que Sánchez salga ileso de todos los avisperos en los que se ve inmerso el Ejecutivo por sus propias decisiones.

De hecho, no solo Irene Montero se ha visto sola en este asunto, sin tener un respaldo total del presidente, más allá de asegurar que para modificar o no la norma habrá que esperar al Supremo, sino que también el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, tiene que enfrentarse a la oposición y a sus propios socios por los incidentes del salto a la valla de Melilla el pasado verano.

No es la primera vez que Marlaska es cuestionado, aunque esta vez la cuerda aprieta más. El ministro del Interior se estrenó en su cargo con la purga de cargos de la Guardia Civil. El caso del coronel Diego Pérez de los Cobos, con una trayectoria intachable, y relevado por Marlaska como jefe de la Comandancia de la Guardia Civil en Madrid, fue solo el principio.

Los acercamientos de etarras al País Vasco; la falta de sensibilidad con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, a los que mantiene con sueldos precarios; o el espionaje al independentismo, son solo algunos de los escándalos que han rodeado al ministro del Interior, pero Sánchez lo mantiene, pues es un buen escudo ante las críticas.

Del mismo modo, el ministro de Presidencia ha sido el parapeto de Sánchez a la hora de enfrentarse a los problemas que está acarreando la falta de renovación del CGPJ. Félix Bolaños es el 'portavoz' de Moncloa a la hora de desprestigiar al PP por no querer entrar en el juego sanchista que pasa por controlar cada día más al poder judicial, al mismo tiempo que también es el que encabeza todo lo relacionado con el avispero independentista. Otro marrón esquivado por el presidente.

Así, también se ha refugiado en sus ministros de Exteriores para salvar los muebles ante los escándalos que ha protagonizado su gobierno en cuento a lo relacionado con Marruecos. Arancha González Laya fue la víctima necesaria, la cabeza que había que cortar para salir airoso tras el 'caso Ghali' y a Sánchez no le tembló el pulso a la hora de hacerlo.

La ministra y los responsables de su departamento tuvieron incluso que declarar en los juzgados por el asunto, hasta que llegó José Manuel Albares, uno de los asesores de Sánchez, el mismo que posaba junto a él en el Falcon en aquella célebre fotografía, para intentar reconducir las relaciones con Rabat. Y lo hizo, no sin antes enmendar casi medio siglo de política exterior sobre el Sáhara, y ser el propio ministro el que tuviera que dar la cara, al igual que lo hizo Margarita Robles por los espionajes del CNI.

José Luis Escrivá y su reforma de pensiones también ha sido víctima de la estrategia presidencial. El ministro de Seguridad Social se ha visto inmerso en innumerables polémicas en su intento de explicar que el Gobierno se ha comprometido con Bruselas a aumentar el periodo de cálculo de las pensiones, lo que de facto podría suponer una rebaja de la cuantía. Sánchez, más allá de decir que las pensiones no se van a bajar, ha dejado a su ministro desfilar por los medios de comunicación para ser él el que lidie con el asunto, enfrentándole incluso con sus socios de coalición.

Y es que Sánchez no duda en achicharrar a todos los miembros de su Consejo de Ministros si es preciso. Hasta sus más fieles escuderos han sido víctimas del rodillo sanchista. José Luis Ábalos, Carmen Calvo y hasta el gurú todopoderoso de Moncloa, Iván Redondo, han caído como peones en un tablero de ajedrez para salvar al rey.

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