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Negreira dictaba al Barcelona cómo anular tarjetas o expulsiones

El vicepresidente arbitral analizaba la actuación de los árbitros (su hijo detallaba los “errores” contra el club culé) y les castigaba o premiaba

Laporta, acorralado por el caso Negreira.

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Mientras Joan Laporta amenaza con querellas a quien sostenga que su club compraba árbitros tras pagar 7,5 millones de euros a la trama de José María Enríquez Negreira, el ex vicepresidente del CTA (Comité Técnico de Árbitros) hace una confesión explosiva sobre su labor: “recomendar [al Barcelona] qué tarjetas o expulsiones podrían ser recurridas porque la decisión pudiera ser discutible técnicamente”. Negreira, ocultamente, ayudaba a neutralizar lo que pitaban sus árbitros contra el Barcelona.

Este asesoramiento contra tarjetas o expulsiones sería correcto si no fuera porque tenía un dominio absoluto sobre los árbitros que tomaban tales decisiones. Tal poder arbitral lo detalla Negreira: “Nos reuníamos en Madrid cada semana o cada 15 días. Lo que hacíamos era revisar los informes que hacían los árbitros (el acta) después de cada partido y puntuarlos. En función de esa puntuación el árbitro podía ascender de categoría [o descender]. También teníamos un informador de la federación que revisaba si el arbitraje había sido correcto”. Y lo elegía él.

Listado de las inmensas competencias de Negreira sobre los árbitros.

Negreira, además, a través del presidente, designaba árbitros para los partidos, elegía a los informadores-delegados encargados de observar y evaluar las actuaciones arbitrales, clasificaba a los árbitros, archivaba los informes para gestionar y actualizar su calificación, decidía sobre su validez personal cuando se suscitaban dudas, aplicaba el índice corrector final en la clasificación de árbitros, designaba árbitros internacionales...

Negreira no se conformaba con la información oficial. Buscó otra vía para informarse como colaborador a sueldo del Barcelona

Tenía todo el poder para sancionar o premiar a cada árbitro. Y elegía a los espías (delegados) que se encargaban de darle munición contra los colegiados. Sospechosamente no quiso cobrar nunca nada por su cargo. Y nadie de la federación de fútbol lo vio sospechoso. Un laborioso vicepresidente gratis.

Negreira no se conformaba con la información oficial. Buscó otra vía para informarse como colaborador a sueldo del Barcelona: “Ir a ver los partidos (personalmente o a través de ex árbitros) y estar informado de por qué se habían tomado decisiones. El Barcelona consideraba que se perjudicaba al equipo y se favorecía a otros equipos. Mi obligación era dar mi opinión sobre los partidos en cuanto a los arbitrajes y a los jugadores. Asesoramiento técnico. Lo que el Barcelona quería era asegurarse que no se tomaban decisiones en contra del Barcelona. Que todo fuera neutral.”

Negreira desvela que guiaba al Barcelona para anular sanciones arbitrales.

La neutralidad queda rota cuando Negreira revisa dos veces la actuación de los árbitros: una como vicepresidente y otra como colaborador del Barcelona. Por un lado, usa su poder para premiar o castigar actuaciones arbitrales y, por otro lado, factura al Barcelona mientras le asesora sobre cómo descalificar y revisar las sanciones impuestas contra el club en cada jornada.

Negreira y Barcelona comparten alegato: no compraron árbitros. Ni hacía falta. Bastaba premiarlos o castigarlos por su actuación. El árbitro tomaba nota de lo que era bien o mal visto por su jefe. La prensa ha aireado informes sobre árbitros plagados de faltas ortográficas. Negreira no precisaba tales biografías.

José María Enriquez Negreira, millonario asesor del Barcelona.

Lo relevante se cocía en la sala de máquinas del CTA: Negreira revisaba los partidos y dictaba al Barcelona qué debía recurrir. Era un juez que asesoraba al imputado para su defensa. Explicó con desparpajo por qué no quiso ser empleado de la Federación: “Nunca he querido cobrar nada porque ya tenía mi empresa y cobraba del Barcelona”. Negreira era más un empleado externo del Barcelona que de la Federación de Fútbol. El cargo le daba poder arbitral. Y el poder, dinero.

La neutralidad queda rota cuando Negreira revisa dos veces la actuación de los árbitros: una como vicepresidente y otra como colaborador del Barcelona. Por un lado, usa su poder para premiar o castigar actuaciones arbitrales y, por otro lado, factura al Barcelona mientras le asesora sobre cómo descalificar y revisar las sanciones impuestas contra el club en cada jornada.

Su hijo, Javier Enríquez, admite que hizo una relevante labor para el club culé: informes semanales sobre “aciertos o errores en las decisiones arbitrales tomadas” sobre el Barcelona y su filial de segunda. Un material útil para el Barcelona con vistas a recurrir. Y para su padre, a la hora de revisar fallos o castigos arbitrales contra su cliente y penalizar a sus autores.

El hijo de Negreira hacía informes semanales de errores contra el Barcelona.

Negreira se erigía en topo del Barcelona: “mantener informado al club de posibles intereses o desavenencias entre Federación y LFP (Liga de Fútbol Profesional), o describir candidatos para LFP". Negó que él o su hijo hicieran informes para el Barcelona. Todo lo ventilaba en reuniones con los presidentes del club. Hasta seis veces al año.

Su chirriante labor no acababa aquí. Asesoraba al Barcelona para que “solicitaran ampliar el número de fichas para que los equipos pudieran tener más de 25 jugadores por temporada”.

Y vendía otro servicio impagable: “Solicitar que el comité de competición (responsable de las sanciones a jugadores) no estuviera íntegramente compuesto por jueces madrileños”. Negreira se ganó su sueldo como jugador número 12.

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