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Exhumación de José Antonio: la sorpresa de Patrimonio al retirar la lápida

Los trabajos de exhumación fueron más largos de lo previsto por lo que se retrasó la ceremonia y el traslado. Los familiares tuvieron que dejar los móviles en la entrada.

Imagen de archivo de la lápida de José Antonio Primo de Rivera en la basílica del Valle de los Caídos

Imagen de archivo de la lápida de José Antonio Primo de Rivera en la basílica del Valle de los Caídos

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Los familiares de José Antonio Primo de Rivera acudieron al Valle de los Caídos puntualmente un poco antes de las 10 de la mañana para asistir al responso en memoria de su antepasado. Pero todo se retrasó. Las labores de exhumación no estaban terminadas porque fueron más trabajosas de lo previsto, con sorpresa incluida: al retirar la pesada lápida, ¡no estaba el féretro del fundador de Falange!

La sorpresa fue monumental. Tras el desconcierto inicial los operarios se pusieron a buscar. Echaron abajo un muro de ladrillos y, entonces sí, allí se encontraba el féretro con los restos de José Antonio, tal y como se enteraron hace 64 años.

Prohibidos los móviles en la ceremonia

La familia tenía especial interés en llevar en total intimidad todo el proceso de exhumación, traslado e inhumación en el cementerio de San Isidro. Aunque la fecha trascendió, en contra de su voluntad, sí lograron que, al menos hasta la fecha, no se hayan filtrado fotografías ni imágenes de la ceremonia.

Eso sí, pusieron todo de su parte para que así fuera. Los cercad de 80 descendientes que asistieron a la basílica del Valle de los Caídos tuvieron que entregar su teléfono móvil a la entrada a los vigilantes de seguridad y pasar por un arco de detección de metales y un escáner de objetos. Se pretendió así evitar cualquier filtración a la prensa de esos momentos de intimidad de la familia.

Al retirar la pesada lápida la sorpresa fue mayúscula: ¡no estaba el féretro del fundador de Falange!

Tras la demora inicial por las complejas labores de exhumación la ceremonia oficiada por el padre Cantera, prior de la comunidad benedictina del Valle, fue solemne y no demasiado larga. Intervino el coro de la Escolanía y el féretro fue trasladado a hombros por seis descendientes hasta el coche fúnebre que esperaba fuera.

En el cementerio de San Isidro esperaba otro responso de un sacerdote amigo de la familia. De nuevo allí, otros seis familiares de José Antonio portaron a hombros el féretro desde el coche fúnebre hasta la tumba donde recibió sepultura definitiva.

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