El PSOE en el desfiladero, los críticos ganan terreno: "La batalla está abierta"
Moncloa y Ferraz se afanan en multiplicar su estrategia antiPP y proamnistía. Pero los sectores que recelan de la huida hacia adelante no descartan ni mucho menos la repetición electoral.
¿Hay actualmente un PSOE reconocible? La verdad, si se pregunta a muchos de los suyos, la respuesta es no. Hace ya demasiado tiempo que el Partido Socialista se ha desfigurado. Sobran los análisis engañosos.
Con las riendas en las manos de Pedro Sánchez, el socialismo se fracturó. Literalmente. Desde las primarias de 2017, cuyo desenlace dio lugar a un cesarismo encalado por las bases, el líder ha demostrado que con él no valen más quinielas que su disposición a hacer concesiones nunca imaginadas a socios hostiles a nuestro vigente régimen democrático.
Mientras, se agita como bálsamo fierabrás una hipotética renuncia de Junts a la vía unilateral ante la que dirigentes de lealtad indiscutible a Sánchez muestran, en privado, su escepticismo. "Calma, pasarán cosas", traslada una y otra vez la sala de máquinas.
Apegado al salmo de "mejor el poder que la oposición", ya la etapa de José Luis Rodríguez Zapatero, desde 2004 hasta 2011, supuso la argamasa hacia la actual cimentación por Sánchez de una España plurinacional que violenta abiertamente el marco constitucional, fundamento del Estado de derecho. Ahora ya está sobre la mesa una inmoral amnistía para Carles Puigdemont y los suyos como pago a la investidura del presidente del Gobierno en funciones.
El pretendido borrado penal ha hecho retumbar, tanto en La Moncloa como en Ferraz, el divorcio definitivo de unos referentes del partido, encabezados por Felipe González y Alfonso Guerra, además del aldabonazo de la purga de Nicolás Redondo Terreros.
El actual núcleo duro del PSOE admite la notoriedad pública de esas voces, ¡faltaría más!, pero les niega capacidad de arrastre entre los militantes que pintan entregados a su actual líder. "Esta organización es de Pedro", repiten ante el salto cualitativo de una amnistía instalada en todas las conversaciones.
Ante la presión, la estrategia monclovita, al menos hasta ahora, es resistirse a trasladar que la apuesta sea definitiva. Unos vienen aludiendo al ánimo para recuperar una supuesta "convivencia" en Cataluña.
Sánchez sigue vendiendo imagen pese a estar en funciones y con los pactos con Junts ocultos.
Otros hablan de que el camino es más complejo que el de los indultos. Y mientras, se agita como bálsamo fierabrás una hipotética renuncia de Junts a la vía unilateral ante la que dirigentes de lealtad indiscutible a Sánchez muestran, en privado, su escepticismo. "Calma, pasarán cosas", traslada una y otra vez la sala de máquinas.
El socialismo está en el desfiladero. La corriente interna a favor de frenar el plan presidencial va ganando enteros. La batalla permanece abierta.
El pretendido borrado penal ha hecho retumbar, tanto en La Moncloa como en Ferraz, el divorcio definitivo de unos referentes del partido, encabezados por Felipe González y Alfonso Guerra, además del aldabonazo de la purga de Nicolás Redondo Terreros.
Es decir, comienza a contemplarse la repetición electoral, aunque, pese a todo, Sánchez esté lanzado a tejer el relato de su reelección. Sin mostrar por completo sus cartas y con maniobras de distracción tales como explotar los ataques contra Alberto Núñez Feijóo por salir a la calle este próximo domingo.
A fin de cuentas, el plan constante de Sánchez es concentrar todos sus esfuerzos para anular la alternativa y evitar la alternancia. Al líder del PP le sobran motivos para haber convocado a la sociedad a participar de su acto en la madrileña avenida Felipe II. En defensa de lo mucho que hay en juego.