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Olona no deja títere con cabeza en su libro: del vago Abascal al fanático Buxadé

'Soy Macarena' ve la luz y en sus páginas la exportavoz de Vox en el Congreso se despacha a gusto contra sus excompañeros, que prefieren guardar silencio y pasar del tema... y su escritora.

Macarena Olona en su etapa como miembro de Vox junto a Santiago Abascal en un acto del partido.

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Raúl Puente

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Poco más de un año ha pasado para que lo que fueron efusivos abrazos se hayan convertido en puñaladas, aunque no precisamente por la espalda. En mayo del año pasado Santiago Abascal y Macarena Olona compartían escenario, mítines y, al parecer, ideas. Ahora son todo reproches e insultos. La exportavoz carga con dureza en su libro ‘Soy Macarena’ contra los que un día fueron sus queridos compañeros y el líder de Vox es la diana de sus dardos más envenenados. Otra cosa es que los proyectiles afecten a los destinatarios.

En sus páginas, Olona cuenta su experiencia en el partido y le dedica unas líneas -bastantes- al actual líder de la formación. Para empezar no duda en acusarlo de vago y que uno de sus principales problemas es el trabajo duro. Otro de esos problemas que la política andaluza cree que tiene Abascal es que vive “bunkerizado”, es decir, que necesita tener todo y a todos bajo su control.

A pesar de eso afirma también que es un juguete en manos de un poder superior que es el que maneja los hilos dentro de Vox: “Director de orquesta de las almas de Vox, juguete en manos de las tinieblas que empiezan en (Julio) Ariza y acaban no sé si en el Yunque, en Miami o en Irán”. Lo define también como una persona “excelente en echar balones fuera, en culpar a los demás de sus propias decisiones”.

Santiago no es libre, Santiago es esclavo del poder, y ese querer conservar el poder le hace esclavo de los intereses de gente infinitamente más poderosa que él

Olona y su síndrome de Estocolmo con Abascal

Todo lindezas para el que un día fuera su jefe, amigo y referente. De hecho, Olona asegura que lo tenía tan idealizado que le nubló la mente, llegando a afirmar en el libro que estaba como en una especie de trance. La ex de Vox considera que nada más llegar al partido entabló este tipo de relación que ha llegado a denominar de "secuestro emocional" y "síndrome de Estocolmo".

Cuando se dio cuenta de la deriva que, según ella, estaba cogiendo el partido hacia puntos más extremistas con los que no estaba de acuerdo y tras los malos resultados en Andalucía, llegaron las traiciones. Olona está convencida de que jugaron con ella y “la despojaron de toda la influencia”, poniéndola en un brete tan delicado que sólo les quedó “esperar a que saliera o muriera de pena".

Buxadé e Ignacio Hoces, otros objetivos

Gran parte del discurso de Olona sobre el por qué acabó abandonando la formación, además de porque su cúpula así lo quiso, es la deriva ideológica que según ella fue adquiriendo el partido. Una presión que confiesa le costó la salud.

En esto destaca tres figuras: la de Jorge Buxadé, la de Ignacio Hoces y la de Kiko Méndez-Monasterio. Todos ellos personas cercanas a Abascal y que Olona define como personas fanáticas y fundamentalistas que representan la deriva de Vox hacia posiciones morales y religiosas extremas. "Quienes han tomado el control con los yunqueros", escribe la exdiputada.

Sobre Hoces asegura que por su enfrentamiento con él -cuando este entró en la nueva dirección parlamentaria de Vox- se cavó su propia tumba. Olona defiende que Hoces tan solo era un muñeco de paja que cumplía órdenes del ala radical, que se había impuesto. Ella se habría negado a firmar propuestas -cuando era secretaria general y necesitaban su firma- "fanáticas y fundamentalistas" sobre cuestiones relacionadas con la nacionalidad española o el colectivo LGTBIQ+.

Más nombres como los de Julio Ariza, del que asegura que es el estamento más alto de los que ejercen poder sobre Abascal que ella conoció aparecen en su libro, en el que Olona descarga toda la rabia que lleva interna contra sus excompañeros. Por el momento -de puertas para afuera- desde Vox mantienen la misma estrategia desde que la que fuera su secretaria general empezara sus ataques: no darle bombo y pasar del tema.

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