Calviño y Yolanda Díaz arrancan la temporada de broncas en el Gobierno Sánchez
El rifirrafe de las "vices" es el menor de los quebraderos de cabeza este jueves negro para Pedro Sánchez, pero ha servido para inaugurar la temporada de "incendios".
Pedro Sánchez anda preparando los cambios que da por hecho va a tener que acometer en su Gobierno, cuando se materialice (él da por hecho que sí) el nombramiento de su vicepresidenta primera, Nadia Calviño, como nueva presidenta del Banco Europeo de Inversiones (BEI).
Todo apunta que será en breve y que José Luis Escrivá será quien asuma la cartera que deja Calviño y hay quienes, además, aseguran que Calviño le ha hecho un “favor” a Escrivá, asumiendo en su persona la invasión de competencias del ministerio de Trabajo y anunciando una reducción del subsidio de desempleo como propuesta española planteada a la UE, ahora que toca volver poco a poco a la austeridad y apretarse el cinturón.
No es la primera vez que Calviño y Díaz discrepan, dentro del Gobierno y, hasta la fecha, la vicepresidenta primera se las había arreglado para salirse con la suya en la mayoría de las ocasiones. También Escrivá se las había tenido tiesas con Yolanda Díaz, en la anterior etapa, cuando la coalición Podemos-PSOE daba no menos de un espectáculo de lucha en el barro por semana.
Tal vez por ello no fueron tan sonados sus encontronazos como otros protagonizados por Pablo Iglesias, o Irene Montero, con el resto del gabinete de Sánchez. En todo caso, los hubo y, aunque menos sonados, en alguna ocasión hubo de intervenir Presidencia del Gobierno para poner orden e incluso tierra de por medio.
No parece que haya sintonía y sí cabreo, el de Yolanda Díaz, que, en esta nueva etapa en el Gobierno, se siente reforzada y reivindica su papel y su influencia en el gabinete, así como hizo en su día Iglesias.
De hecho, tras una primera rueda de prensa conjunta de Escrivá y Yolanda Díaz, en la que el ministro corrigió en más de una ocasión a Díaz, Moncloa decidió que ese “dúo” no volvería a comparecer en rueda de prensa conjunta tras el Consejo de Ministros. Las malas lenguas monclovitas añaden que fue una petición de Yolanda Díaz: no volver a salir a compartir atril con el ministro Escrivá. Y su deseo le fue concedido.
El conflicto, ahora, regresa a cuenta del subsidio de desempleo, que Calviño propone recortar, a lo que Yolanda Díaz ha salido al paso a recordar que son sus competencias y, a renglón seguido, ofrecer su hoja de ruta con respecto a esta prestación: subidas y mejoras, como mantener el subsidio vivo durante el periodo de prueba del contrato del nuevo empleo, entre otras.
El rifirrafe de Calviño y Díaz es el menor de los quebraderos de cabeza hoy por hoy para Sánchez, pero servido para inaugurar la temporada de broncas, en el seno de un Gobierno que se conjuró para no volver a caer en errores cometidos la pasada legislatura. La primera, en la frente.
No parece que haya sintonía y sí cabreo, el de Yolanda Díaz, que, en esta nueva etapa en el Gobierno, se siente reforzada y reivindica su papel y su influencia en el Gabinete, así como hizo en su día Iglesias.
Lo cierto es que Calviño es consciente de que la batalla es larga y muy probablemente, no la libre ella, o no hasta el final, pero se ha tomado la molestia, o se ha dado el gusto, según se quiera interpretar, de plantear su posición que, por mucho que obedezca a exigencias de la UE, de empezar a recortar gasto y abandonar la senda expansiva, el subsidio de desempleo no es una competencia de Calviño, sino del ministerio de Trabajo, en eso tiene razón la vicepresidenta Díaz.
Pero Calviño no da puntada sin hilo y, antes de abandonar su puesto, quiere dejar sentadas las bases de lo que ella piensa que tienen que ser las pautas a seguir en su ausencia.
Tanto para Yolanda Díaz, como para Escrivá, quien probablemente recoja el testigo de Calviño en breve, será casus belli. Es posible que Pedro Sánchez tenga que mediar e, incluso, que cambie de opinión según se planteen las circunstancias. Es el primer rifirrafe dentro del Ejecutivo de Sánchez en el que, por el momento, no piensa intervenir el presidente.
Calviño no da puntada sin hilo y, antes de abandonar su puesto, quiere dejar sentadas las bases de lo que ella piensa que tienen que ser las pautas a seguir en su ausencia.
Tiene otros frentes abiertos: al ministro de Justicia, Félix Bolaños, en la UE, defendiendo la gestión del Ejecutivo español y la futura Ley de Amnistía, a la ex ministra Magdalena Valerio, fuera de la presidencia del Consejo de Estado, por sentencia del Tribunal Supremo, al Fiscal General del Estado, Álvaro García Ortiz, que no logra el aprobado de sus colegas, a la hora de renovar su cargo, a Santos Cerdán, de fin de semana en Suiza, para reunirse con Carles Puigdemont, que no se fía nada de la palabra dada, ni del acuerdo firmado con Sánchez y un largo etcétera de incendios cotidianos, sin olvidar las protestas en las calles.
Definitivamente, el rifirrafe de Calviño y Díaz es el menor de los quebraderos de cabeza hoy por hoy para Pedro Sánchez, pero servido para inaugurar la temporada de broncas, en el seno de un Gobierno que se conjuró para no volver a caer en errores cometidos la pasada legislatura. La primera, en la frente.