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En ERC apuestan por “hacerse un Puigdemont": Illa president o repetición

Junqueras prefiere “hacerse un Sánchez”, que es como la jerga coloquial llama al anuncio de posible dimisión de un político, condicionada a la reflexión y el “cariño” que le den los suyos.

Pedro Sánchez saluda a Oriol Junqueras en el Congreso.

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Mientras PP y PSOE discuten sobre si las urnas han dado matarile al procés o no, en el mundo independentista andan los ánimos encendidos. Lo están en ERC, donde sus dirigentes mantuvieron una reunión “a cara de perro”, en la que hubo reproches y alguna palabra más alta que otra, según cuentan en la formación independentista.

El caso es que la fugada Marta Rovira, que mantuvo y mantiene serias discrepancias con el presidente de ERC, Oriol Junqueras, anunció que dejará su puesto en el próximo Congreso, fijado para el mes de noviembre, tratando de llevarse consigo a Junqueras, por el mismo precio.

Pero Junqueras, convencido de que la vía unilateral no es posible, tras haber pasado 3 años recluido en prisión por intentarlo mientras la señora Rovira vivía el procés y sus consecuencias desde su “exilio”, le ha hecho un dribling. Junqueras prefiere “hacerse un Sánchez”, que es como la jerga política coloquial llama al anuncio de posible dimisión de un dirigente político, condicionada a la reflexión y el “cariño” que le den los suyos.

Los partidarios del acuerdo dentro de la formación republicana, han aprendido de su archienemigo Puigdemont y quieren quedarse fuera del Govern, en la oposición, pero investir a Illa y usar sus 20 escaños para poner condiciones que hagan “sudar sangre” al socialista

En ese movimiento se esconde, según fuentes de la fuerza independentista, una voluntad negociadora con el PSC, pero Junqueras no será quien esté en primera línea en esas negociaciones, sino que dejará a otros de su confianza, para que, en su caso, sean ellos quienes acumulen reproches y desgaste. Mientras “teledirige” esas conversaciones, Junqueras se dedicará a darse baños de realidad, con su militancia, y contar apoyos.

Junqueras y Marta Rovira, antes aliados pero ahora enfrentados

Si le salen los números, seguirá al frente de ERC. Junqueras, que no tiene un pelo de tonto, va lanzando mensajes subliminales sobre abrir paso a otros en la cúpula de los partidos, pero no lo dice tanto por él como por el perenne Carles Puigdemont, que se comprometió en campaña a marcharse si no era el president y ahí sigue, postulándose para serlo, pero sin apoyos reales que le permitan conseguir la mayoría absoluta, alimentando la ficción, quizás porque tampoco está dispuesto a ser un expresident fugado y “jubilado”.

En este momento, en el escenario catalán solo caben dos opciones: un gobierno presidido por Salvador Illa, o la repetición electoral, que nadie desea, salvo Puigdemont

Y no será porque en su partido, Junts, no haya quienes suspiran a sus espaldas por esa salida, que permitiría a los exconvergentes volver a negociar y pactar a múltiples bandas, como antaño hizo CiU con PSOE y PP, y siempre con el beneplácito del poder económico y de esa burguesía catalana que guió sus pasos. La cuestión es quién se atreve a tirar al río a su tótem, que es en lo que han convertido a Puigdemont.

En este momento, en el escenario catalán solo caben dos opciones: un gobierno presidido por Salvador Illa, o la repetición electoral, que nadie desea, salvo Puigdemont, ávido de fabricarse una nueva oportunidad o, en el peor de los casos, de alargar y enredar. No hay más dibujos, por más que se empeñe Puigdemont. Y los trazos más importantes son los que esté dispuesta a plasmar ERC.

Por ello, los partidarios del acuerdo dentro de la formación republicana, han aprendido de su archienemigo Puigdemont y quieren quedarse fuera del Govern, en la oposición, pero investir a Illa y usar sus 20 escaños para poner condiciones que hagan “sudar sangre” al socialista. Todo ello, claro está, “por el bien de los ciudadanos” y para evitar unos nuevos comicios.

Junqueras, convencido de que la vía unilateral no es posible, tras haber pasado 3 años recluido en prisión por intentarlo mientras la señora Rovira vivía el procés y sus consecuencias desde su “exilio”, le ha hecho un dribling.

En todo caso, por mucho que digan que están preparados, remangados y dispuestos a la negociación, nada se va a cerrar antes de las elecciones europeas, porque a nadie le interesa enseñar sus cartas antes de tiempo. Será después de conocido el resultado electoral en las europeas del 9 de junio, cuando aflore cualquier pacto que pueda alcanzarse.

Pero que nadie desespere, puesto que el 10 de junio se agota el plazo para constituir la Cámara catalana y repartirse la presidencia y el resto de cargos que componen la mesa del Parlament de Cataluña. Todo un indicio del curso que van a seguir los acontecimientos.

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