Vox rompe con el PP
Bocadillos, 2 ‘vices’ rebeldes y 3 horas de debate: así fue la ruptura de Vox que nadie pudo parar
La ejecutiva donde Santiago Abascal finiquitó los gobiernos autonómicos con el PP fue tensa y tan sólo había que ver las caras de los ‘caídos por Vox’ obligados a posar con el líder mientras les mandaba al paro
La tarde noche del 11 de julio de 2024 quizá haya sido la noche más tensa de Vox en su corta historia. Hasta ahora, el partido se había enfrentado a crisis como la marcha puntual de algún dirigente destacado como Macarena Olona o Iván Espinosa de los Monteros, pero no a tener que debatir la pérdida de todo su poder autonómico -con los correspondientes sueldos y cargos aparejados- por un giro en la estrategia del partido personalizada por Santiago Abascal.
Vox, un partido acostumbrado al ordeno y mando, a tomar decisiones sin críticas o a eliminarlas cuando éstas salen, vivió tres horas de reunión que se alargaron casi a las 21:30, una hora y media más de los anunciado, con tiras y aflojas y opiniones contrariadas sobre si salir o no de los gobiernos autonómicos con el PP. Tanto se alargó la ejecutiva de Vox que hasta pidieron bocadillos para cenar, todo para volver al mismo punto en el que Abascal dejó el partido 24 horas antes: la salida sí o sí de los gobiernos autonómicos con el PP.
En la reunión de la ejecutiva de Vox, al menos dos de los hasta ahora vicepresidentes autonómicos de los cuatro con los que contaba Vox mostraron abiertamente su oposición a irse de los gobiernos, aunque matizaron que acatarían la decisión final. Una de estas voces sería el valenciano Vicente Barrera, que a lo largo de toda la jornada, primero en las Cortes Valencianas y luego en la sede de Vox, no ocultó su cara de desazón ante una decisión de Abascal que no ha podido impedir. Incluso tras la comparecencia esquivó a Abascal y evitó darle la mano. Más claro, imposible.
Porque Abascal critica mucho a Pedro Sánchez, pero al final ha actuado exactamente igual que él: pensando en lo que más le conviene a él y a su estrategia más allá de si eso favorece no a los barones de su partido en las comunidades autónomas. Abascal, tras las europeas, y muchos dicen que alarmado por la irrupción de Alvise en el panorama, ha dado un giro de 180 grados a Vox para evitar el abrazo del oso del PP, o acabar diluido. Primero, yéndose del grupo de Giorgia Meloni en el Parlamento Europeo para integrarse en los Patriotas de Europa con Le Pen y Orban, con un perfil más radical contra la Comisión Europea.
Segundo, librándose de las cadenas de los pactos con el PP en los gobiernos autonómicos y volviendo a la oposición en todos los parlamentos, donde Abascal se mueve mejor: criticando en lugar de gestionando, aunque eso suponga perder cargos, salarios y actuación a través de los gobiernos.
Abascal cree que esto permitirá diferenciarse del PP y así no perder voto ante los populares o Alvise, además de poner la inmigración y la delincuencia como punto fuerte de su discurso al igual que hacen otras derechas europeas que han triunfado electoralmente, como la de Le Pen o Wilders. Abascal había ido demasiado lejos en su amenaza al PP y ahora no podía tirar atrás, si no hubiera dado impresión de que le importan más los sueldos que los principios. Cree que así mantiene el pulso ante sus votantes frente a PP y PSOE.
Tres horas después, el líder de Vox posaba obligando a los perjudicados, los vicepresidentes cesados o dimitidos, a escoltarle, en la que no pudieron evitar la cara descolocada mientras Abascal anunciaba que perdían su trabajo. El tiempo dirá si de esto sale más fuerte Abascal, Feijóo… o Pedro Sánchez.