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Una historia extraordinaria

De 'sin techo' a escritor: "Ahora vivo en un trastero con ventana y enchufe"

Hace casi dos años Ángel Custodio, 43 años, se vio de patitas en la calle. Se quedó con residencia fija en un recoveco de la plaza de Manuel Becerra (Madrid). A partir de ahí una nueva vida por explorar

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Ángel Custodio ha decidido darle un sentido constructivo a lo que le ha pasado. Una realidad que afecta a más de treinta y siete mil personas en España que, sin embargo, se puede afrontar de maneras muy distintas. Son el nutrido ejército de los “sin hogar”. Ya lo contó Viktor Frankl en “El hombre en busca de sentido, una obra sobre las experiencias diversas, desde los distintos modos de afrontar las adversidades, en los campos de concentración nazis. Al final, concluía, todo es una cuestión de actitud. 

Ángel nos cuenta que después de unas cuantas aventuras inmobiliarias se arruinó totalmente, hasta el punto de no poder abrir una cuenta bancaria porque las deudas con los organismos púbicos la convertirían al instante en pasto de embargo. En el primer contacto de la realidad con los sin techo ya se dio cuenta que hay dos actitudes básicas a la hora de afrontar la situación: los que ponen un bote y cara de pena a ver que cae y los que intentan sonreir y ofrecer algo a cambio; los que en la medida de lo posible cuidan la higiene y los que se descuidan y van sucios y malolientes. Dos actitudes que cambian por completo la forma de asumir una misma realidad, y también la forma de mirarla.

Después de unas cuantas aventuras inmobiliarias se arruinó totalmente, hasta el punto de no poder abrir una cuenta bancaria

La importancia de un cepillo de dientes

Ahora vive un en un trastero “con ventana y enchufe”. De allí sale cada mañana en busca de un gimnasio barato donde se ha apuntado “más que nada para tener acceso a una ducha diaria”, y en materia de higiene recomienda no dejar nunca de lado la limpieza de la boca. “Es fundamental, imagina lo que puede ser un dolor de muelas fuerte teniendo que estar todo el día en la calle”. A Ángel Custodio no le falta ropa, que incluso tiene por demás, y comida. “Los vecinos del barrio de Salamanca me tratan muy bien”, dice, “a veces les tengo que decir: oye no me traigas más chaquetas”. El problema es no tener mucho espacio donde guardarlas. Hay que vivir con lo justo.

Vivir para contarlo

Resulta ciertamente chocante, pero Ángel Custodio ha convertido esta circunstancia lamentable para cualquier ser humano, impropia desde luego, en una experiencia con la que disfrutar y aprender. Y lo ha contado en el libro “Salir de la calle” que vende de una forma muy directa y que le ha permitido finalmente dejar de dormir al raso y acceder a su trastero con ventana y enchufe, que ahora también le sirve de pequeño almacén para su producción literaria. Suele colocarse en alguna esquina del barrio de Salamanca y utilizar algún poyato para exponer su oferta , ya ha ido a varios medios de comunicación y presentó el libro en el Ateneo antes del verano

Ha contado su historia en "Salir de la calle", y el libro le ha permitido dejar de dormir al raso y pagarse un trastero para vivir

Un apostolado

Rizando aún más el rizo de su personal forma de afrontar la situación, manifiesta que quiere convertir lo suyo en “un apostolado”. Presume de cristiano, lleva una cruz bien visible sobre su pecho, y lo que más le tira en este momento no es reintegrase a una vida convencional de trabajo sino seguir dando testimonio y creando conciencia, en Madrid y fuera. Veremos, porque, visto lo visto, los caminos de Ángel Custodio pueden ser imprevisibles. “Tengo fe cristina, e intento que el que no la tenga pueda tener un poquito y que el que la tenga, la refuerce”. Así es Ángel Custodio, al que parece que un día su ángel de la guarda le hizo desistir de suicidarse, según nos cuenta.

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