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La total incoherencia de Sánchez: ¿por qué rompe relaciones con Argentina y no con México?

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Incoherencia es la palabra que mejor define a Pedro Sánchez y, especialmente, a su política exterior. No solo por sus constantes ‘cambios de opinión’ y traspase de líneas rojas que, desde luego, afectan a nuestra imagen internacional como país, o por la palmaria inestabilidad de un PSOE-Gobierno que va de derrota en derrota en el Congreso y que dificulta, por consiguiente, la consecución de acuerdos en la esfera internacional o para la imprescindible captación de inversión extranjera, sino por, también, su ilógica relación con otros Estados.

No hace falta remontarse mucho tiempo atrás para recordar esas inaceptables palabras de Javier Milei, el presidente de Argentina, llamando “corrupta” a Begoña Gómez, la pareja de Pedro Sánchez, entre otros insultos y afirmaciones en contra de nuestro presidente del Gobierno. Ello conllevó una crisis diplomática sin precedentes con Argentina y hasta que España llamara a consultas a la embajadora en Buenos Aires. Entendible.

Lo que es del todo incomprensible es que ahora México insulte a nuestro Jefe del Estado, el Rey Felipe VI, al haberle vetado Claudia Sheinbaum, la nueva presidenta electa de México, su asistencia a la ceremonia de su toma de posición y que Sánchez prácticamente ni reaccione. "Inexplicable e inaceptable", son las dos únicas palabras que nuestro presidente del Gobierno ha dicho sobre el veto al Rey Felipe VI por haberse negado a pedir perdón a México por la conquista de España en el siglo XVI del Imperio Azteca -que ni México se llamaba en aquel entonces-, como ya le venía exigiendo López Obrador, el presidente saliente. Parece, ciertamente, un chiste como también lo parece la doble vara de medir de Sánchez en la política exterior.

No son los únicos ejemplos. Hay muchos más. Otro es que se niegue a llamar “dictador” a Nicolás Maduro y asegure Pedro Sánchez que reconocerá a Edmundo González presidente electo de Venezuela solo si el conjunto de Estados miembro de la Unión Europea lo reconoce, porque no quiere desmarcarse de la Unión Europea, cuando pocos meses atrás, unilateralmente -sin el aval de la Unión Europea-, el Gobierno de España reconoció al Estado de Palestina.

Incoherencia. Una tras otra. Y que tan solo responden a un único objetivo: el interés de mantenerse en La Moncloa. Si algo le beneficia en términos de rédito electoral lo hace, si no, no. Da igual que beneficie o no a los españoles. 

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