Pedro Sánchez, al borde del colapso: las tres extravagancias del presidente
Elecciones en pleno verano, seis debates en seis semanas, discursos con cero autocrítica... Las decisiones del líder socialista tras el 28M son, cuanto menos, extrañas y fuera de lo común.
Según la RAE extravagante es un adjetivo utilizado para referirse a aquello que es extraño o se aparta de lo común, y por supuesto en estos momentos parece que tenemos un presidente del gobierno bastante extravagante. Y es que se comporta de forma extraña y sobre todo, muy poco común.
Pedro Sánchez ha entrado desde la madrugada del 29 de mayo en una hiperventilación bastante evidente, motivada por los pésimos resultados electorales que han hecho que muchos alcaldes y presidentes autonómicos aún estén preguntándose quién ideó la extravagante campaña electoral de las municipales y autonómicas.
Primera extravagancia: la fecha elegida para las generales
Todos los militantes socialistas miraban a la Moncloa el 28 de mayo a las 20 horas cuando se empezó a intuir, en las sedes del PSOE, que el terremoto era mayor del esperado. Entonces Sánchez empezó con la primera extravagancia: fijar la fecha electoral el 23 de julio, donde el pico de calor estival hará que los ciudadanos tengamos que votar a más de 40 grados en media España.
Evidentemente, la fecha es bastante extraña y se aparta de lo común, pero es una fecha que se corresponde con la personalidad extravagante del presidente Sánchez. Obligar a los españoles a cambiar fechas de viajes, a renunciar a vacaciones, a hacer de tripas corazón y votar por correo, a volver de los pueblos donde muchas personas mayores se van a pasar los meses estivales... Es la venganza de una persona extravagante que “castiga” a los electores por no votar de forma correcta.
Segunda extravagancia: su discurso tras la derrota
Pero la extravagancia no se ha quedado en la fecha escogida, sino continuó con el guerra civilista discurso, hilvanado con rencor, que dirigió a sus diputados y senadores hablando de los poderes fácticos como responsables de la derrota, metiendo el miedo a sus parlamentarios de que o trabajan para salvarle a él la cara o se van todos al pozo. La extravagante actitud de Sánchez provocó la reacción histérica de los suyos en forma de aplauso. Todo muy extraño y fuera de lo común.
Tercera extravagancia: seis debates en seis semanas
La tercera extravagancia en una semana es el querer realizar seis debates hasta el 23 de julio, es decir, un debate por semana con Feijóo. Realmente es algo extraño y fuera de lo común, no solamente porque a estos deberían añadirse los cuatro debates ya ofrecidos por distintos medios de comunicación. No sé si lo que pretende Sánchez es que aumente la abstención añadiendo el “empacho” de debates al calor de la fecha elegida, pero evidentemente ese es el efecto que puede producirse.
Los ciudadanos empiezan a estar hartos de las ocurrencias de Sánchez y de lo extravagante de sus propuestas, que sin duda, tendrán una continuidad ascendente durante los próximos días, tal como vimos en la campaña del 28 de mayo con sus ofertas de cientos de miles de viviendas, viajes juveniles, cines a 2 euros, etcétera, que produjeron al final un cachondeo nacional.
La extravagancia no puede convertirse en algo que nos acompañe durante estas elecciones, porque devalúa la democracia. No obstante, los ciudadanos sabrán discernir y, acudiendo a votar, rechazar todo aquello que se ha convertido en fuera de lo común, como es un presidente que aún no ha entendido que hay una mayoría que quiere que abandone la Moncloa, diga lo que diga, o haga lo que haga. Un presidente que no puede pasear por la calle y que quiere castigar a los electores a que lo vean todas las semanas en forma de debate televisivo.
Sánchez debería dejar a un lado a sus consejeros, seguramente más extravagantes que él mismo, y leer con detenimiento el libro de la escritora británica Jane Austen: Sentido y sensibilidad. Sobre todo, el párrafo dedicado a un protagonista y que dice: “El mundo lo había hecho extravagante y vanidoso; la extravagancia y la vanidad lo habían hecho insensible y egoísta”. De todas las maneras, no creo que la extravagancia presidencial sea imputable a “el mundo”, sino que es marca de la casa.