El acertijo que el PP no consigue descifrar
Los populares no pasan por su mejor momento y eso es algo que los tiene perplejos, quizá porque su falta de empatía más que un fenómeno político empieza a ser un fenómeno sociológico
Las cuentas se van enderezando, el paro se reduce, Rajoy se hace selfies por la calle Génova, Soraya baila en prime time –con bastante salero, por cierto–, Montoro devuelve la extra a los funcionarios y sin embargo, nada; que no hay manera, vaya. Y no se lo explican.
Cierto que los casos de corrupción les han dejado bastante perjudicados, pero también los tienen y gordos en el PSOE o en Convergencia, y curiosamente a estos últimos sus "presuntos" no les salen tan caros; ¿Aznar? desde luego no ayuda, pero tampoco es una bicoca que Zapatero salga a decir que respalda en cuerpo y alma a Pedro Sánchez y sin embargo nadie pone el grito en el cielo porque el líder de los socialistas lo tenga (¡oh cielos!) como gran consejero áulico...
¿Que los tiempos exigen nuevas caras y renovación? Pues ahí están Pablo Casado, Andrea Levy, Cristina Cifuentes y Javier Maroto, y a pesar de ello y de ellos el PP se ha quedado impreso en el imaginario colectivo como un partido gastado y antiguo del que nadie gusta presumir en público. Prueba de ello es el sopapo que le acaba de atizar el CIS que ha sido el último en sumarse a la fiebre de "todos contra los populares" confirmando una vez más que hay manos "supuestamente amigas" que tienen predilección por agarrarse al cuello que les pilla más cerca.
El problema del PP, el acertijo que no consigue descifrar, es que no sabe dónde está el problema. Por eso, aunque todas las encuestas les siguen dando como ganadores de las próximas elecciones, la imagen que transmiten está más cerca de la de Sergio Ramos después del " autogol" que de la de una cheeseeader, y de ahí que cuando dicen eso de que "cada vez que gobernamos dejamos España mucho mejor que como la cogimos", a lo que suena en realidad es a aquel otro lamento histórico: "Y tú también, Bruto, hijo mío"...