La mala suerte de Sánchez: dos problemas y ZP se cruzan en su camino
La carrera electoral no ha comenzado bien para Pedro Sánchez. Todo se le vuelve en contra. Dos asuntos se han cruzado en su camino y han desbaratado sus planes. Hasta ZP se la ha jugado.
No tiene suerte Pedro Sánchez en esta precampaña electoral. Él quería hablar de paro y, sobre todo, de corrupción, de la corrupción del PP claro. De hecho, en la reunión que tuvo el jueves en Ferraz con los líderes autonómicos, los "barones" le hicieron ver la necesidad de dejarse de tanta reforma constitucional y de tanto federalismo y centrarse en esos dos temas que son los que de verdad preocupan a los españoles. Ahí los socialistas piensan que tienen ventaja, que Sánchez es un líder sin pasado y que, por lo tanto, puede sacar pecho ante Rajoy y abrir fuego a discreción sin temer nada. Con el paro lo tiene más difícil pero también cree que puede sacar tajada porque, aunque las cosas mejoran, es cierto que hay muchos y evidentes problemas: desigualdad, precariedad en los nuevos contratos, familias con todos sus miembros en paro, mileuristas que no llegan a fin de mes. Un filón si se maneja con la adecuada dosis de demagogia y sensibilidad.
Pero, de momento, su estrategia se ha visto truncada por dos asuntos que han acaparado toda la atención: el desafío soberanista catalán y la amenaza yihadista. La mala suerte de Sánchez es doble. Por un lado, desde un punto de vista electoral, ambos asuntos benefician al que está en el Gobierno porque es el que tiene que gestionarlos y el que, en consecuencia, absorbe el protagonismo mediático y político. Y más si, como está ocurriendo, Rajoy está sabiendo gestionarlos bien. En el PSOE lo saben, no encuentran una fisura por la que atacar al Gobierno y tratan de hacer un esfuerzo un poco patético por revertir la situación. Así, pregonan a los cuatro vientos que Sánchez propuso el Pacto Antiyihadista, que Sánchez está dispuesto a colaborar con Francia (los franceses respiran ya más tranquilos), que Sánchez anima a todos a sumarse a la unidad de los demócratas... El secundario quiere el papel protagonista pero eso es imposible.
Por otra parte, es una evidencia que estos dos problemas no son precisamente el punto fuerte del PSOE; más bien todo lo contrario. Son asuntos que crean muchas tensiones internas, sobre todo cuando llegue el momento de pasar de las palabras a los hechos. Pedro Sánchez mantiene una posición formal y teórica muy correcta, apelando a la unidad y mostrando un supuesto apoyo sin fisuras al Gobierno. Pero si el tema catalán se incendia, el Gobierno tendrá que actuar e incluso llegar a aplicar el artículo 155 de la Constitución. Y eso sería verdaderamente dramático en el seno del PSOE, donde son públicas las discrepancias entre los dirigentes autonómicos.
Tres cuartos de lo mismo sucede con la lucha contra el yihadismo. Los socialistas franceses hablan abiertamente de guerra, de la necesidad de responder de manera conjunta. No hace falta que recordemos la postura tradicional del PSOE. Pasar aquí de las palabras a las bombas, por no hablar del envío de tropas, sería también una fuente de conflictos internos muy importante para el Partido Socialista.
Lo peor de todo para el socialista es que estos dos temas han llegado para quedarse; no parece que vayan a perder protagonismo en breve. Y, por si fuera poco, en casa tampoco acaban de jugar limpio con él. Es más que notorio que su liderazgo está cogido con alfileres y ahora nos enteramos de que Zapatero le ha vuelto a apuñalar por la espalda. Según se ha publicado -y nadie ha desmentido- el expresidente del Gobierno sabía que el ex JEMAD, José Julio Rodríguez, iba a dar el salto a Podemos e incluso le animó a hacerlo. Lo más grave es que no avisó a Sánchez. No es la primera vez que le hace algo así. En Ferraz tuvieron que enterarse también por la prensa de su reunión con Pablo Iglesias e Íñigo Errejón en casa de José Bono hace meses. Y ahora esto.
Hay que decir, no obstante, que si bien Pedro Sánchez no está teniendo demasiada suerte, él también pone de su parte para que así sea. Está jugando con fuego con su política de pactos. Hace muy pocos días decía en una entrevista que veía ahora más factible pactar con Pablo Iglesias porque Podemos ha abandonado su discurso populista. Y llega inmediatamente después el de la coleta y dice que él no se ve reflejado en los valores del Pacto Antiyihadista y que quiere un Pacto por la Paz. Más populismo no cabe.
La verdad es que ahora mismo Sánchez tiene todo en contra: las encuestas, los temas que marcan la agenda, sus propias meteduras de pata y el cronómetro. Así no es de extrañar que acepte debates a tres, a cuatro, a dos, a la pata coja y a ciegas si hace falta. Está a la desesperada, tiene poco que perder y el tiempo se le agota.