Francisco Rivera estalla ante la deslealtad de su hermano
Aunque lo intenta, no encuentra una explicación convincente a semejante barrabasada televisada. Hay demasiados sentimientos encontrados. Nada encaja.
Estaba claro. La espantá de Junior y Julián Contreras de la boda de Cayetano Rivera y Eva González tenía como finalidad Sálvame Deluxe. No nos equivocamos los que adelantamos que su participación en televisión formaba parte de la hoja de ruta registradora. Una especie de guión cinematográfico en el que nada se dejó al azar. Ni siquiera que padre e hijo vistieran un inapropiado traje en una ceremonia de chaqué. Pretendían que su descalabro estilístico sirviera como prueba irrefutable de la incomunicación familiar, del desaire de quienes organizaron la boda y enviaron las invitaciones.
En su entrevista con Jorge Javier Vázquez denunciaron haberse sentido desplazados y humillados: "Mi presencia allí ya tengo claro que era para las fotografías del Hola", pronunció Julián, al tiempo en que arremetía contra Francisco Rivera. A él le señalaron como principal responsable del enfrentamiento familiar. Aseguraron que el torero se mostró distante y altivo, poco comunicativo y extremadamente frío.
Los ataques recibidos no pasarán desapercibidos. Son un punto de inflexión. La apertura de una nueva etapa en la que ya nada será lo mismo. Si bien Cayetano está francamente dolido ante el embrutecimiento que han intentado hacer del día más importante de su vida, Francisco no perdona la deslealtad premeditada. Aunque me aseguran que lo intenta, no encuentra una explicación convincente a semejante barrabasada televisada. Hay demasiados sentimientos encontrados. Nada encaja, ni que los Julianes se excusen ahora en su dudosa necesidad económica para arremeter sin filtro. Sobre todo porque es incontestable que a Francisco no le tiembla el pulso a la hora de extender la chequera para ayudar a su hermano. No sería la primera vez.
Me cuentan que el torero, que siguió atentamente la entrevista dual, no daba crédito a la fábula en la que él fue protagonista involuntario. Más que enfadado, se sintió decepcionado y triste. Quizás por haber tendido un puente a la esperanza en demasiadas ocasiones o tal vez por haber sido excesivamente conmisericorde perdonando actitudes cainistas por cuestiones monetarias. Me consta que el diestro apenas fue capaz de verbalizar el dolor profundo que sentía ante el hilarante devenir de los acontecimientos: "es brutal, no me salen las palabras ante todo esto", acertaba a contestar a mis preguntas, incrédulo, ante el apoyo de su familia, que también ha querido negar a este periódico que lo explicado en televisión fuera real: "No tiene ningún sentido que se comporten así, porque en la Iglesia tuvieron un lugar muy destacado y en el banquete nada hacía pensar que estaban incómodos. Hubo risas y conversaciones con el resto de invitados y, de verdad, absoluta normalidad".