El plan B de Iglesias a la desesperada; acepta que no será presidente
Coleta morada ha dejado pasar dos oportunidades para hacer más creíble su viaje al centro. Pero lo ha hecho de acuerdo a una estrategia ahora que sabe que no puede ganar las elecciones.
Pablo Iglesias ha dejado pasar dos ocasiones de oro para dotar de cierta credibilidad su supuesto viaje hacia el centro. El desafío independentista catalán y los atentados yihadistas de París le han puesto en bandeja dos momentos para revestirse de hombre de Estado. Pero los ha desperdiciado. En Cataluña ha establecido peligrosa equidistancia entre la Constitución y los independentistas. Y en lo relativo al terrorismo, ha despreciado el pacto antiyihadista colocándose en la marginalidad de la extrema izquierda de la que surgió y que es su verdadero hábitat natural.
Hay quien considera que han sido dos patinazos políticos de calado; sin embargo es difícil aceptar que un tipo que lleva meses diciendo lo que cree que los ciudadanos quieren oír en lugar de lo que verdaderamente piensa, de repente cometa el error de enseñar su cara más radical y antisistema en dos asuntos trascendentales. Es más lógico pensar que Pablo Iglesias lo ha hecho de manera premeditada, siguiendo una estrategia calculada que pasa por volver a sus raíces.
Coleta morada se ha dado cuenta de que no puede llegar a La Moncloa; las encuestas son una evidencia demasiado rotunda como para negarla. Su caída del Olimpo le ha costado un tiempo de depresión política y le ha hecho replantearse algunas cosas. Sabe que comenzó a perder las elecciones el día que creyó de verdad que podía ganarlas. Cometió entonces el error, bien diagnosticado por Monedero, de querer parecerse al PSOE porque comenzó a defraudar a muchos ciudadanos hartos de todo que estaban dispuestos a darle su apoyo precisamente por su discurso revolucionario y antisistema. Ese mismo discurso con tintes antioccidentales y antiespañoles que están en lo más profundo de su ADN y que ahora saca a la luz.
Iglesias comenzó a perder las elecciones el día que creyó de verdad que podía ganarlas
Su nuevo plan tiene un objetivo primordial: superar a los socialistas en las urnas, ser el líder hegemónico de la izquierda, pero conquistada desde los votos de la extrema izquierda más que desde la socialdemocracia. Y ahí tiene un enemigo, antiguo amigo, que se llama Alberto Garzón. No es difícil aventurar que Podemos va a cargar duramente contra él en la campaña electoral. Necesita desesperadamente el 4 o 5 por ciento de los votos que le dan las encuestas si quiere mantener el pulso con el Partido Socialista. Si ambos partidos hubieran sumado fuerzas, como quería Garzón, si Pablemos no hubiera sido tan egocéntrico, probablemente otro gallo le cantaría.
Ahora ya va a la desesperada, tratando de salvar del derrumbe el castillo de arena que había levantado en su cabeza. Da palos de ciego con la esperanza de recuperar por la izquierda lo que ha perdido por el centro. Pero es difícil que lo consiga; la extrema izquierda es la marginalidad. Y Pablo Iglesias, como mucho, va a igualar los resultados del mejor Anguita. Ese es el techo de los radicales.