Cerrar

Mariano Rajoy: de las bofetadas dialécticas a las físicas en 48 horas

Puede parecer un argumento fácil, pero es la verdad. El mayor riesgo de que se anime a jugar con fuego no es quemarse, es propiciar un incendio.

Rajoy durante un mitin tras la agresión.

Creado:

Actualizado:

Cuando alguien se salta los límites, se jacta de ello, lo vende como virtud y lo trasforma en derecho, solo es cuestión de tiempo que aparezca otro dispuesto a superar la hazaña. Hace años que en este país consideramos que cuanto más reglas nos carguemos mejor viviremos. Abunda la idea de que somos más libres cuando la ley no nos castiga por robar que cuando la policía la aplica para evitar que nos roben. Estamos en ese punto de idiotez.

Nos hace mucha gracia que los concursantes se peguen, admitimos que los tertulianos se insulten, justificamos a los universitarios que acosan, a los guerrilleros de andar por casa con mochilas cargadas de piedras, a los que se emborrachan en manada, al que en un momento de calentón le coge por las solapas al profesor de su hijo

Lo que mola es darle una patada a la educación, menospreciar el respeto, convertir en héroes a los esperpentos y escupir sobre lo que no nos gusta o nos conviene. De ahí a que un descerebrado al que le acaban de salir los pelos del bigote le arree un sopapo al presidente del gobierno no hay nada. Estamos encendiendo mechas sin calibrar cual puede ser la envergadura del incendio. El problema es que si se nos va de las manos, todavía habrá un montón de iluminados que nos intentarán vender que se vive mejor y somos más libres cuando estamos achicharrados.

El puñetazo a Rajoy es muy sintomático. Que un individuo haya conseguido chutarse la sobredosis de radicalización suficiente como para agredir físicamente a un político en campaña, no es una casualidad. Que sea un menor, tampoco. En Madrid hay dos distritos que viven atemorizados por pandillas de críos que saben que no tener la edad suficiente para votar es sinónimo de impunidad. En la zona de Arturo Soria un grupo de chavales de una residencia de acogida tiene amedrentados a los vecinos. La Policía Nacional les atribuye el asalto a más de 40 casas de la zona escalando las tuberías de las fachadas. Nadie puede hacer nada. En el barrio de San Cristóbal de Villaverde campan a sus anchas la W13, una banda juvenil formada mayoritariamente por chicas que tienen que delinquir para poder formar parte del grupo. Tampoco pasa nada.

Estamos en medio de una campaña electoral sembrada de puñaladas y envuelta en una atmósfera de agresividad solapada que algunos riegan con más o menos sutileza para utilizarla cuando carecen de argumentos. Y eso nos debería preocupar tanto como el hecho de que ningún partido contemple entre sus promesas la de modificar la Ley del Menor para evitar, por ejemplo, que un pollo de 17 años pero con la altura suficiente como para tocarle la cara a un señor que mide 1,88, se vaya de rositas. Y encima habrá "voces autorizadas" que le darán palmaditas dialécticas en la espalda con el argumento de que la agresión tiene una explicación política. Así nos va.