La desconocida fragilidad de Jorge Javier Vázquez sobrecoge en Madrid
El presentador se convierte en estrella teatral en un musical en el que repasa su desdichada vida, desde su represión en la juventud hasta la pérdida de identidad con el éxito y la fama.
Como un comediante más de una vida marcada a fuego por el éxito pero también por la desdicha. Así debutó Jorge Javier Vázquez con su bodevil teatral en el Teatro Compac de Madrid, expectante y conmovido por la presencia de viejos conocidos. Belén Esteban junto a su inseparable Miguel, Rosa Benito, Marta Valverde, Carmen Alcayde o Rocío Carrasco con Fidel Albiac fueron algunos de los que quisieron apoyar el estreno de Iba en serio, una obra de teatro inusual, un musical neorealista que impacta, convence y sorprende. Tampoco faltaron sus directores, Raúl Prieto, Carlota Corredera y David Valldeperas, junto al diseñador Xoan Viqueira que ha hecho de sus alpargatas una absoluta tendencia.
Y claro que Iba en serio. Una huida hacia el interior de un Jorge Javier desconocido, frágil y meditabundo que desenmascara la realidad tamizada por la luz de los focos. Desde la niñez brillante en Badalona, la juventud marcada por la represión y la culpa, hasta la pérdida de identidad ante el éxito y la fama. El de Jorge es un desnudo real, trascendente y tan inspirador como temerario. Cualquiera no mostraría sus debilidades de forma tan definida y acompasada, sin temor a la crítica feroz y descarnada. Dice mucho de él que haya querido abrirse en canal ante los que le han encumbrado al éxito para explicar la realidad de quién se esconde tras el maquillaje y los autógrafos. Jorge en estado puro, a pesar de quienes le azuzan desde bitácoras enemigas. Todo depende del cristal con el que se mire. Si en lugar de Jorge Javier el espectáculo fuera de Miguel Bosé, todo serían vítores y desmelenes. La hipocresia del sectarismo.
Me gustó comprobar que, en efecto, las luces arrastran siempre un destello de oscuridad, de dramatismo lorquiano, que, lejos de lo imaginado, dibuja la vida todavía más intensa y mágica. Porque de sus amargas desdichas, Jorge Javier también ha obtenido rédito personal. No sería él sin ellas. Como tampoco lo sería su madre, la Mari, tan brillantemente interpretada por una Kiti Manver camaleónica e infatigable que me hizo sentir real su llanto ante la muerte del padre del protagonista. El tumor cerebral que cambio la vida a toda la familia. Él, su padre, no otro, es el verdadero hilo conductor de la obra. Su omnipresencia a través de los recuerdos y de los sueños reiterados y misteriosos, el continuado temor a su desaprobación, su muerte temprana y agónica. Qué duda cabe que su padre, Jorge, es el responsable de la personalidad -tan férrea como desconcertante- de un todoterreno siempre persiguiendo sueños. Porque si algo demuestra su valentía en los escenarios es que, sin duda alguna, la vida está llena de ilusiones. Larga vida al teatro. Larga vida al talento. Porque la vida va en serio. Y tanto.