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Las calles de Carmena y Ciudadanos son rojas como las de Botella

Ha dejado de haber reconciliación, vuelve a haber vencedores y vencidos. Por eso hay calles a Carrillo, a Pasionaria y a etarras, y por qué no a Mateo Morral. Y lo que vendrá.

¿Con abertzales y Podemos en el poder, por qué no va a haber una calle a un asesino etarra?

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El Ayuntamiento de Madrid, con Carmena por supuesto pero también con el voto de Ciudadanos, está cambiando a marchas forzadas –aún más- el callejero de la Villa y Corte. Quitan nombres de siempre por “depurar el callejero de la capital de fascistas, racistas, machistas, franquistas, colaboracionistas, golpistas, nazis, monárquicas,…” y todo lo que ellos quieran. En fin, los vencidos de ayer son vencedores, ya no se habla de reconciliación ni de nada similar. Se equivoca Carmena y se equivocan todos ellos, las consecuencias serán terribles y lo que es peor corren el riesgo de hacer el ridículo pero siguen adelante.

Quien diga que es una novedad se equivoca: aquí mismo hablamos de esto en 2012, cuando la alcaldesa Ana Botella también cambió en sentido neobolchevique nombres de calles de Madrid, y no fue la primera, ni la única. De la entonces primera edil ya dijimos que “las simpatías y futuros votos que se maltratan, se ponen en riesgo y se pierden no son los de la izquierda, sino justamente los más cercanos y fieles, esos que se dan siempre tan por seguros que no se hace nada por satisfacerlos. Y al final llegan los disgustos”.

Con Botella entonces, el Ayuntamiento decidió poner a una calle el nombre de Santiago Carrillo Solares. Si el PP de la señora de Aznar y de Mariano Rajoy con mayoría absoluta decidió honrar al ex secretario general del Partido Comunista; que tuvo responsabilidades directas en el golpe de Estado de 1934; que intervino en la represión antiderechista y anticatólica de la Guerra Civil 36-39; que en 1936 fue responsable de Orden Público en la Junta de Defensa de Madrid, con una participación directa y probada en las muertes de muchos parientes de personas que viven allí y que hasta ahora han votado a los antecesores de Botella; que animó como agente soviético una larga actividad terrorista desde 1941; ¿quién reprochará a los de Podemos, a los de IU o los de Batasuna que pongan calles a los “suyos” y se las quiten a quien quieran?

Carrillo sí, Calvo Sotelo no. Todo es comprensible cuando hablamos de siglas nacidas y crecidas en el rencor, el odio y la falsedad histórica. En cambio, no puede admitirse a nadie relacionado con este PP que los critique: ellos hicieron lo mismo; ellos pudieron derogar la “memoria histórica” y no lo hicieron. Así que ni se hagan plañideras, ni pidan el voto de quienes no quieren cambios así. Uno no puede aplaudir que en el pasado se quitase su rótulo a José Calvo Sotelo, que murió –asesinado por agentes republicanos- antes de la guerra; no puede imponer el nombre de Carrillo, que fue un criminal de guerra impune en nombre de la reconciliación; y a la vez lamentar ahora que quiten su calle a la División Azul, al Conde de Casal o a los Hermanos Imaz.

Por la misma razón que se pudo poner una calle a Carrillo (en nombre de la democracia) se puede poner una plaza al GRAPO, que también tendrá sus madrileños que lo apoyen (aunque ninguno vote al PP), y por qué no una plaza a la ETA, que también tiene sus simpatizantes y no pocos en la izquierda, y que en definitiva sólo tiene el defecto de ser terrorista (pero Carrillo también lo fue). Ya la tienen Pablo Iglesias, fundador del PSOE, Dolores Ibárruri, comunista, que amenazaba de muerte en las Cortes a los diputados de derechas, Francisco Largo Caballero, que pidió la guerra civil y la dictadura del proletariado antes de la guerra, Indalecio Prieto, que fue contrabandista de armas para preparar un golpe de estado y matar españoles, y Eduardo Haro Tecglen, el hipócrita que pasó de escribir odas a Franco y a José Antonio a hacérselas a Stalin. Y por qué no poner calles y plazas a Pol Pot, a Stalin, a Honecker, a Ho Chi Minh o a Beria, todos ellos simpáticos personajes que son perfectamente presentables si su amigo Carrillo lo es. Pero no Juan Yagüe, no Emilio Mola, no el capitán Cortés, no el coronel Moscardó. Y tampoco las víctimas de ETA, nada a Jesús Alcocer, nada al almirante Carrero Blanco, nada a Juan Atarés.

Los nombres de las calles en Mordor

¿Gana con esto Madrid equidad, justicia o imagen? No parece. Pero la izquierda va a lo suyo, mientras que la ex derecha sigue perpleja y paralizada, en esto como en todo. “Mientras la derecha española es de un materialismo que impresiona por su ramplonería, la izquierda es idealista e irracional. A diferencia de la derecha, la izquierda sabe que el campo de batalla por el poder no es la economía. Por eso, los izquierdistas tratan de apoderarse del alma de los niños que ellos no tienen mediante la escuela y, hoy también, mediante la televisión y las redes sociales. Y también trata de imponer en los callejeros, los monumentos, los aniversarios y los documentales a sus modelos. La izquierda española no admite que se pueda honrar a ningún español que no pertenezca a su bando o haya recibido su bendición laica. Igual que ella, hacen los nacionalistas vascos y los catalanes, que han borrado de sus libros de historia y sus ciudades a todos los vascos y catalanes que con su solo nombre refutaban su discurso”. La lucha por los símbolos, como la lucha por la memoria y la batalla por las aulas, no es económica en el sentido que interesa a este centro usurero; pero si no combate ahí perderá España frente a un nuevo Frente Popular, vanidoso,

Plaza Obispo Irurita: fascismo. Eso sí, el mismo centro-reformista acomplejado que dio una calle a Carrillo ahora llora que se quiten las que residualmente quedaban como recuerdo de que el bando que despellejó vivo a su “compañero” Andreu Nin perdió en 1939. Actúan como si hubiese debido vender. Y no va a tener una calle en Madrid, y quizá le quiten su plaza en Pamplona, monseñor Manuel Irurita y Almándoz protomártir de la Fe, navarro y obispo de Barcelona, que murió asesinado en el cementerio de Montcada el 3 de diciembre de 1936. No, no se resbaló en el baño. ¿Votarán ustedes que se le olvide?

Avenida de Máximo Gorki: progreso. Quizá sí merezca una calle, en cambio, tanto en Pamplona como en Madrid, el compañero Máximo Gorki, el ilustre escritor soviético que dijo aquello de "Exterminad a los homosexuales y el fascismo desaparecerá", en 1934. Todo un ejemplo de tolerancia, de clarividencia y de comprensión del mundo (moderno o antiguo, da igual: si algo tenemos claro es que la esencia del mundo no ha cambiado). Era progresista, comunista, revolucionario, partidario del “cambio”, ¿no le vais a poner una calle, y mejor en Chueca?

Calle de Mateo Morral: democracia. Ya en la guerra civil, como ha recordado nuestro amigo Pedro Fernández Barbadillo, el Ayuntamiento de Madrid, presidido por el compañero Rafael Henche de la Plata llamó desde el 11 de junio de 1937 “calle de Mateo Morral” a la Calle Mayor. ¡Magnífica idea, también hoy! El héroe revolucionario Morral mató a 25 personas e hirió a más de 100 con ocasión de la boda de Alfonso XIII. Felipe VI debe mostrar su espíritu moderno y tolerante presidiendo el regreso del que intentó matar a sus bisabuelos. Oponerse a ello será puro fascismo, como dicen los compañeros de Podemos y aplauden los de Bildu y a veces los del PSOE.

Plaza del beato Florentino Asensio: clericalismo. Quien NO tiene una calle en Madrid, ni en Pamplona – Mordor, es por ejemplo el beato monseñor Florentino Asensio Barroso. Dársela, como correspondería en atención a la fe mayoritaria del lugar y a su historia, es impensable en estos tiempos de revolución callejera. Cómo vamos a honrar en las calles al obispo que era administrador apostólico de la diócesis de Barbastro en 1936, y que en agosto de ese año fue muerto por la fe, previa su tortura y castración, muriendo junto al 90% de los sacerdotes de la diócesis. Como es sabido esas cosas están excluidas de la “memoria histórica” de Podemos, y de Bildu, y de IU, y del PSOE… y en general del PP actual.

Calle de Ángel Gurmindo Lizarraga "Stein": libertad. Hay en Olazagutía (Navarra) una calle en la localidad dedicada al etarra Ángel Gurmindo “Stein”. () La alcaldesa de Bildu lo niega, pero así aparece hasta en Google Maps. Y es que, sencillamente, vivimos en un país donde un Ayuntamiento puede poner la foto de un etarra –escolta del asesino Domingo Iturbe Abásolo- en lugar de la del jefe del Estado, y donde en cambio todo recuerdo en los nombres de las calles y monumentos de cualquier época histórica que no sea de su agrado es considerado punible. Por eso puede haber calles con nombres de asesinos y terroristas, y no los de sus víctimas. Pero de esto no pueden decir ni una sola palabra sin antes pedir perdón en público los líderes de PP y UPN, porque lo consintieron, aplaudieron y fomentaron, y ahora son responsables tanto como los de Bildu y Podemos.