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Réquiem por el PP de Rajoy: la militancia pide a gritos dimisiones

Ha pasado el tiempo de la actual dirección nacional del partido. Lo tengo claro después de escuchar lo que, resignada, me ha dicho sobre su partido una afiliada "pata negra". Tiene razón.

A Rajoy no le queda más camino que marcharse.

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Nunca hubiese podido imaginar Desmantelada la ‘organización criminal’ del PP valenciano como titular de un periódico nacional. Y no el de un periódico cualquiera. Nada de eso. Se trata de la apertura de El Mundo de este martes. Y por muy interpretativa que sea, que lo es, refleja sin embargo una foto muy real de la situación.

Tan real que incluso militantes acérrimos del Partido Popular ya no soportan seguir despertándose cada día viendo cómo tantos privilegiados de su partido les ponen la cara colorada a quienes durante años han peleado por el PP sin pedir ni recibir nada a cambio más que defender sus principios: muy alejados, desde luego, de la manera de comportarse de estos inmorales.

Sin duda, la culpa de toda la corrupción surgida en torno al PP la tienen, en primer lugar, los corruptos. No pretendo extender tanto la culpabilidad que al final se acabe diluyendo la pena de los verdaderos responsables: que vayan a la cárcel y que tiren la llave de la celda si fuese menester. Porque añadido al delito cometido llevan haber defraudado la confianza que había puesto en sus manos una organización política asentada sobre cientos de miles de afiliados a los que representaban.

¿Qué es eso de escudarse en que son asuntos de otros tiempos?

Pero hay otra responsabilidad que no es menor: la de aquellos que tenían el compromiso de velar para que estos comportamientos no pudiesen arraigar. Y en este sentido ningún mandatario del PP debería encogerse de hombros o escudarse en que “son asuntos de otros tiempos”. ¿De qué otros tiempos? El presidente del PP, Mariano Rajoy, lleva en su sillón desde 2003. La secretaria general, María Dolores de Cospedal, desde 2008.

La dirección nacional del partido ha tenido años suficientes para cortar de raíz esta hiedra. Y, por desgracia, salvo algún que otro fuego de artificio para tratar de engatusar a la opinión pública, en realidad no lo han hecho. Al revés: buena parte de quienes, aprovechándose del PP sano, han facilitado por comisión u omisión las prácticas corruptas se sientan hoy en el Congreso y en el Senado y en otros cargos de responsabilidad del partido. Inaceptable.

Ha pasado el tiempo, por tanto, de la actual dirección nacional del PP. No sólo por haber dejado escapar a 3,5 millones votantes, despilfarrado una mayoría absoluta en cuatro años y permitido que el centro derecha español se haya fraccionado. Tampoco por haber posibilitado, cerrando las puertas de Génova 13, que una formación política forjada a lo largo de muchos años y llena de gente competente quedase secuestrada por unos pocos amparados en un cordón de acomodaticios inútiles. No sólo por eso.

Ayer mismo, una militante del PP a prueba de bomba, de las de toda la vida, de esas que me riñen cuando ven que hago cualquier tipo de crítica a su partido en los medios, incluso si son sobre temas menores. Una afiliada de esas con la fe del carbonero, como tantas que están a las duras y a las maduras trabajando en sus sedes, me dijo algo que mostraba la temperatura que vive la parroquia popular: “Lo mejor es que nos vayamos unos años a la oposición para regenerarnos”.

Comparto su opinión. Tiene toda la razón. España no puede seguir en manos de quien hizo a Pedro Gómez de la Serna ponente del Grupo Popular en el Congreso del ambicioso -o eso vendieron- proyecto de ley de transparencia, acceso a la información pública y buen gobierno, supuestamente la piedra angular de todo el paquete de medidas del Gobierno de Rajoy contra la corrupción.

Pablo Casado, Alberto Núñez Feijóo, Cristina Cifuentes, Alfonso Alonso, Esteban González Pons, Pedro Antonio Sánchez, en representación de lo más digno del PP, sus militantes, deberían entrar en el cuartel general de su partido para empujar el cambio necesario de los que han permitido que se vea a la organización política mayor de España como el patio de Monipodio.

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