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Samuel Francis y la respuesta a lo establecido

Que hay un deseo de cambio es evidente. Que hay un "establishment" dinamitándolo, también. Pero el coraje, en ocasiones, permite romper el bloqueo de la corrección política.

Trump ha dado la sorpresa con el debate alternativo a Fox

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El juicio a la infanta, la creciente corrupción del PP y el cinismo sin par de los demás partidos que hablan de la corrupción como si ellos mismos no fueran corruptos -por ejemplo, el PSOE- o como si fueran ajenos a ella -es el caso de C's, que sostiene al hipercorrupto PSOE andaluz-, todo ello está alejando más y más a la gente de la clase política.

Otro casos, como el de Podemos, claman al cielo al construir una omnipresente retórica del “cambio” para luego resultar que el “cambio” era buscar el pacto con el PSOE. Y es que sin duda el partido morado, como aquí hemos dicho hasta la saciedad, es solo una nueva formulación propagandística de la izquierda de siempre.

Pero el contexto de desencanto no es exclusivo de España. En países como Francia ha surgido una respuesta que aspira a convertirse en la primera fuerza política si no lo es ya. Algunos analistas, sin duda poco agudos en más de un sentido, pretenden equiparar el “populismo” a lo Syriza o Podemos con la contrapropuesta nacional de Marine Le Pen, identitaria y antiglobalización.

Pero este tipo de sofismas, a menudo interesados, no podrán detener lo que ya es una tendencia emergente en todo el mundo occidental: la generación del rechazo. Este rechazo es hacia el “establishment” político, al que no es ajeno casi ninguno de los temas estrella de la izquierda.

De ahí que la izquierda deba ser englobada con el citado “establishment” en el sentido más amplio y de ahí también que, por ejemplo, el socialismo francés o la izquierda alemana hagan causa común con el neoliberalismo a fin de detener al enemigo común.

Este rechazo adquiere tintes diferentes en cada país, dependiendo de las circunstancias. Un punto de inflexión tendrá lugar si, finalmente, en los EEUU, Donald Trump se alza con la nominación republicana. Los EEUU no son Hungría, donde el Jobbik hace progresos en cada cita electoral, el FPÖ en Austria o ni siquiera Francia.

En los EEUU, The National Review, The Weekly Standard, Commentary, The Wall Street Journal o los analistas conservadores de The Washington Post o de The New York Times son virulentamente anti-Trump, lo cual divide en dos al campo republicano entre la “nomenklatura” conservadora y sus bases.

El auge de Trump se basa en el triple rechazo a las áreas de libre comercio que han exportado millones de puestos de trabajo a Asia, a la inmigración masiva que amenaza con fragmentar el país en miles de guetos y a la política exterior intervencionista secuestrada por el “lobby likudnik” de Washington.

Son tres causas enormemente populares a las que se une un genio estratégico de primer orden, Donald Trump, tal y como ha demostrado ninguneando a la Fox en el célebre debate televisado de Iowa.

Trump, contra todo pronóstico, se ha negado a asistir y ha contraprogramado otro debate con los “outsiders” del sistema: al final el debate de Trump, Ben Carson, Ted Cruz y Rand Paul en la CNN tuvo tanta audiencia como el que los candidatos de lo establecido -Jeb Bush, Marco Rubio, John Kasich y Chris Christie- sostuvieron en la Fox.

Para humillación suprema, Donald Trump se negó a negociar con el testaferro de Fox News Roger Ailes y pidió hablar directamente con Rupert Murdoch. El golpe estratégico quedará para los anales de la lucha política.

Por todo esto, visto lo visto, es posible que Bernie Sanders y Donald Trump discrepen en cómo deben conducirse los EEUU pero, sin embargo, a ambos les mueve el rechazo de lo que hay.

También es posible que si finalmente Trump es nominado la unidad misma del GOP acuse las consecuencias. Pero el anhelo de cambio, de que el país no puede continuar así, seguirá vivo.

Esta ola de cambio es lo que, por ejemplo, mueve a Podemos, aunque su propuesta sea una verdadera estafa política por ser tan solo un maquillaje de las vacas sagradas de la izquierda. Tiempos nuevos están llegando y la izquierda no se salvará porque no comprende que, hoy, lo social arranca de lo nacional e identitario.

En el contexto norteamericano el comentarista conservador ya desaparecido Samuel Francis (véase From household to nation, Chronicles, marzo 1996) escribió unas proféticas palabras que bien puede extrapolarse a países europeos:

“Más pronto o más tarde, cuando las élites globalistas arrastren al país a conflictos y compromisos globales, presidan el pastoreo económico de los EEUU, gestionen la deslegitimación de nuestra propia cultura y la expoliación de nuestro pueblo y rechacen o menosprecien nuestro interés nacional y nuestra soberanía nacional, una reacción nacionalista será inevitable y probablemente asumirá una apariencia populista cuando aparezca. Cuanto antes llegue mejor”.

Las palabras de Francis se están cumpliendo letra a letra. Así que quienes solo pretendan medrar en un falso prestigio a través de la adulación de lo establecido harán bien en percatarse de que soplan vientos de cambio cada vez más poderosos. Más pronto o más tarde, esto mismo se producirá incluso en España.

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