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Albert Rivera, el yerno deseado

El líder de C´s está aprovechando la corta mayoría de Rajoy y el fracaso de Sánchez para ocupar el sitio más codiciado: el de la responsabilidad para desatascar el Gobierno de transición.

Rivera está haciendo un buen papel en las negociaciones.

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Toca pasar de las palabras a los hechos. La investidura de un presidente debería obligar a todos a bajar al barro de las negociaciones. No es posible seguir mareando la perdiz. De hecho, el tactismo de populares y socialistas ha permitido a Ciudadanos, a pesar de tener 40 diputados, tomar la mejor de las posiciones. Más "bisagra" o más "puerta" -como prefiere definirse Begoña Villacís- que nunca. En la cabeza de la formación de Albert Rivera está aprovechar la corta mayoría del PP y el fracaso del PSOE para ocupar la atalaya más codiciada: la de la responsabilidad para desatascar el Gobierno de transición.

Así fue en el primer acuerdo de la legislatura, el de la composición de la Mesa del Congreso. Una jugada audaz de Ciudadanos dio la Presidencia al socialista Patxi López y la posibilidad de bloqueo a los populares. Todos contentos salvo Podemos, que chocó con la Realpolitik. Entonces el portavoz parlamentario del PP, Rafael Hernando, descubrió en persona al negociador más correoso a la hora de sentarse a cerrar acuerdos: Miguel Gutiérrez, secretario general del Grupo Ciudadanos. En el caso del órgano de gobierno de las Cortes, Gutiérrez arrancó al popular dos puestos (dos Secretarías) en lugar de una Vicepresidencia. Y ello fue así tras obtener también del socialista Antonio Hernando el compromiso de darle, sobre el papel, dos asientos.

Ciudadanos está sabiendo jugar con dos barajas, una para el PP y otra para el PSOE

Lógicamente, ese primer dibujo va a variar sustancialmente en las conversaciones con los de Mariano Rajoy y los de Pedro Sánchez para llegar a un supuesto acuerdo para la gobernabilidad de España. Pero la táctica a seguir promete ser similar. En román paladino, Rivera tiene dos barajas: una para el PSOE, la otra para el PP. Y naturalmente buscará seguir sacando el máximo partido de su buena posición con los dos bandos, enfrentados casi de manera irreconciliable. "Albert juega con la soltura de sentirse el yerno que desea tener sentado a su mesa la mayoría de los barones socialistas", me apunta un VIP del partido naranja.

En ese juego de las estrategias que se van a desplegar, el PP debería ver en la experiencia de Cristina Cifuentes el guión ya escrito. Para alcanzar la Real Casa de Correos, la presidenta de la Comunidad de Madrid se las tuvo que ver con el propio Gutiérrez, a quien ahora los negociadores del PP deberán sumar, entre otros, al portavoz parlamentario, Juan Carlos Girauta, y al vicesecretario, José Manuel Villegas. El coraje mostrado por Cifuentes le llevó a sellar un pacto con cerca de ochenta compromisos, que pueden resumirse en una mayor sensibilidad social compatible con una política económica propia del centro derecha. Para muestra, el blindaje de servicios públicos esenciales como la Sanidad o la Educación.

Y sobrevolando todo ello, el objetivo de la regeneración, cardinal para Ciudadanos. Más diría: condición sine qua non. Cristina Cifuentes consiguió ser creíble a ojos de los de Rivera por la contundencia con la que hizo tabla rasa con la parte del pasado que manchaba la eficaz gestión del Partido Popular en Madrid. Hoy, los escándalos de corrupción que corroen los cimientos del PP resultan una barrera que podría ser insalvable hasta para comenzar las negociaciones. Además de que estemos ante un asunto que para los populares, como organización misma, es de supervivencia. "El gran freno con el que nos encontramos es que si uno no logra limpiar su casa no puede limpiar España", repiten como aviso a navegantes desde C’s.

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