Las tablas de Preysler no ocultan el momento más embarazoso de Llosa
La experiencia literaria del premio Nobel no ha sido suficiente para enfrentarse al nutrido grupo de periodistas que les esperaba en los Goya. Ni siquiera Isabel pudo frenarle.
Un año más se acaba de celebrar la gala de los Goya y, un año más, nos ha dejado numerosos momentos para el recuerdo. Tanto como guapos y bellas del cine y hombres y mujeres elegantes. Ha habido para casi todos los gustos.
Entre otras cosas, hemos podido ver después de muchos años –exactamente diez- desde que empezaron su relación a un Javier Bardem y a una Penélope Cruz de lo más enamorados. Y lo extraño no ha sido que estuvieran allí, sino poder “disfrutar” de ellos posando juntos.
Debe de ser que Pe ha asimilado bien las constantes críticas de los medios españoles por los desplantes de antaño de la hermana de Mónica en lo que a los periodistas de su país se refiere. Así que, recogiendo velas, estamos ante una nueva Cruz de lo más atenta con los nuestros. Se le nota que ya lleva tiempo viviendo en España.
Pe ha asimilado bien las constantes críticas de los medios españoles
A ella se suman un emocionado Miguel Herranz, Daniel Guzmán o Lucas Vidal o una embarazadísima Anne Igartiburu, feliz por poder marcar su figura gracias, de nuevo, a un vestido de Lorenzo Caprile.
Numerosos rostros famosos del mundo del cine y del espectáculo que han dejado un sin fin de anécdotas a lo largo e la noche. Aunque puede que hubiese una que pasase un poco por alto.
Los nervios
Sí, esos compañeros que, en muchas ocasiones, son de lo más traicioneros. Nos hacen sudar, titubear y tartamudear. Y, sobre todo, nos invitan a salir lo antes posible del atolladero en el que estemos metidos.
Algo así parece que le ocurrió a Mario Vargas Llosa. Hombre de pro y seguro de sí mismo pero que, sin embargo, a pesar del amplio bagaje que tiene en estas lides, sigue sin acostumbrarse a tener delante a tal cantidad de medios. Y mira que Isabel le pone empeño.
La dedicación de Preysler aporta mucho, pero no está siendo suficiente. No es lo mismo posar para la revista Hola contando los avances en su relación –en pro del contrato de Preysler y Vargas Llosa con los Colonques-, que colocarse delante de un nutrido grupo de periodistas y sus cámaras.
Así que pudimos ver a un Mario algo nervioso en la alfombra de los Goya e intentando salir de allí más deprisa de lo habitual. Isabel, que sabía que era su momento y estaba encantada de posar en un entorno muy diferente, calmaba al Nobel y le agarraba fuertemente del brazo indicándole que debía parar, esperar y, sobre todo, sonreír. A pesar del rictus de incomodidad de Mario.
Salvó la situación y siguieron, ya más cómodos, en la intimidad del patio de butacas. Permanecieron juntos toda la noche bien cogiditos de la mano. Hasta que Vargas Llosa tuvo que subir al escenario a entregar el premio, con Elvira Lindo, al Mejor Guión Adaptado. Esto, sí que se le dio mucho mejor.