Vacas y brujas para el carnaval sin tradición de los separatistas
Han convertido el carnaval rural y las tradiciones de ciertos lugares en signos de identidad nacional. Buena manera de destruir el patrimonio histórico de zampanzares y mielotxines.
Estamos en plena época de carnavales y con ellos Navarra y las tres provincias vascas se llenan de réplicas y desdobles de los que consideramos desde el siglo XX “los más típicos de Navarra”. Por toda Navarra, y ya no sólo en Lanz, o en Ituren y Zubieta, desfilan los zampanzar con sus cencerros, nos encontramos grupos de jóvenes o no tan jóvenes disfrazados de casheritos, de las abarcas a la boina, y a Ziripot, a Miel Otxin y a mil zaldicos si hace falta. Si un año de estos se les ocurre a los “gestores culturales” tendremos a los volantes de Valcarlos en Fitero y al volatín de Tudela, laicizado, en Goizueta; ya hemos visto por doquier a las “brujas de Zugarramurdi” reinterpretadas y renacidas en la historia, y convertidas en símbolos eternos de personalidad colectiva euskaldún.
Parece un chiste, zampanzar en la Bardena, pero es que ellos son de chiste, como lo es el carbonero Olentzero en la Ribera y los txitus y dantzaris sacralizados en tierra de jotas. Se llama manipulación. Lo triste es la pobre gente a la que han convencido, desde la mentira, la propaganda y los malos maestros, de que su identidad es esa, y de que están “recuperando la esencia del carnaval rural”.
Mucho antes de que se inventasen nada menos que una “korrika dantza” para Olite y la convirtiesen en acto de afirmación local, explicaba ya en los años 70 Marvin Harris muchas cosas relacionadas con todo esto, los "estilos de vida aparentemente irracionales e inexplicables". Aunque el sabio materialista pretendía ante todo en sus investigaciones dar una justificación económica a conductas y festejos vinculados a lo espiritual consiguió además algo enormemente más importante y más seguro: hacernos ver cómo hay fiestas, tradiciones, vestidos, músicas, ritos, mitos y tabúes que, por mucho que desde el romanticismo nos empeñemos en tenerlos por propios y exclusivos de un lugar y sólo de él muy a menudo tienen referentes muy lejanos y hasta universales, y por otro lado lo que en un sitio es identidad a pocos kilómetros puede ser desconocido o incluso pecado.
Pero claro, depende a qué nacionalista enamorado de su identidad nacional pequeña, mediocre, alicorta o falsa es muy complicado hacerle leer. No es que no hayan leído a Marvin Harris ni a Ernst Kantorowitz, es que no han llegado ni a Julio Verne. Eso sí, a la hora de manipular a la gente, sus conciencias y sus conductas les han dado ya leídos y digeridos a Gramsci y a Lenin.
El carnaval en Navarra y en el País Vasco es un ejemplo perfecto de manipulación política nacionalista. Que hay ciertas fiestas locales muy peculiares, que tradicionalmente no las había en otras localidades de aquí mismo, es un hecho. Por ejemplo, Julio y Pío Caro Baroja hicieron famosos en toda España a los zampanzar de Ituren y Zubieta hacia finales de la década de los 60; una fiesta local de carnaval como no la había alrededor. Carnaval también peculiar, pero distinto, lo había en Lanz, y del mismo modo había otros lugares con otros carnavales, o sin ellos, y con otras fiestas, más o menos alejadas de lo de los pueblos vecinos, sea por la Candelaria, por san Blas, por el día de quintos, por santa Águeda, en Cuaresma, en Semana Santa, en Pascua, en Pentecostés, por la cosecha, por Santiago, por la vendimia, por san Miguel, por san Martín, por Navidad o qué se yo.
No les bastaba la realidad de un carnaval local. Necesitaron convertir en propia de toda su inventada Euskadi su relectura y suma de esos carnavales de dos o tres sitios. Así nace el carnaval rural basko. Después, le han aplicado el mismo procedimiento usado para tantas otras cosas: ya que hay un carnaval euskaldún, adoctrinarán a todos para que crean que ese carnaval es sólo euskaldún, exclusivamente euskaldún, que no hay nada igual fuera y que para ser un buen miembro de la comunidad hay que participar en él. Acto seguido, se llevará a las escuelas, centros de la buena nueva, y se extenderá sin miedo al ridículo hasta todos los confines soñados de la nueva patria proyectada. Lo hicieron con la Navidad, lo intentaron hacer con la religión, lo han hecho con algunos instrumentos, músicas y bailes, era lógico que llevasen la misma política a las fiestas y carnavales.
Lógico, entiéndase, dentro de lo que pueda ser lógico algo hecho por éstos. En su lógica la verdad no importa, y si es molesta se niega sin pudor. Lo que importa es la patria anhelada, y supongo que les habrá molestado que el diputado regional de la UPN Iñaki Iriarte haya recordado con fotos en la misma red algo que ya recordó en su tiempo Caro Baroja: que carnavales y zampazares como los de Lanz, Ituren o Zubieta no los hay y nunca los ha habido en la mayor parte de sitios de Navarra, y de las provincias vascas, y que en cambio sí los hay, como fiestas de siglos y milenios, idénticas, en los zamarraches de Ávila, en los zamarracos de Silio (Santander) y en fiestas de fin de invierno sorprendentemente calcadas en Suiza o en Eslovenia.
¿Y si hay hombretones con pellizas y cencerros en tantos sitios de toda Europa y en cambio no en el resto de Navarra, por qué empeñarse en esta memez? Porque ya han predicado demasiado tiempo y a todos los propios y ajenos que “sus” Joaldunak son sólo suyos y que Euskal Herria será libre cuando haya chistus en Cintruénigo, zampazar en Carcastillo, Olentzero en Viana, Mielotxin en Olite y Ziripot en toda la Bardena. El folklore se reinventa al servicio del nacionalismo y además se niega que se haya reinventado. Lo que es malo para la cultura y la educación del que se crea estas cosas, y será a corto plazo destructivo para el verdadero folklore, fiestas, ritos y costumbres de navarros y de vascos de cada uno de cada uno de estos lugares a los que se expropian su identidad y su libertad.
Pascual Tamburri