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La escabechina de Garzón en IU se carga el discurso de Sánchez

El líder del PSOE está empeñado en llegar a La Moncloa al precio que sea pero sus colegas de viaje no están en condiciones de dar lecciones de gestión económica en tiempos de crisis.

¿Qué haría una coalición de izquierdas al enfrentarse a la realidad?

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Hace unos días se publicó una noticia que ha pasado casi inadvertida pero que tiene un valor simbólico incalculable en estos momentos de zozobra en la política española. El Consejo Político Federal de IU ha aprobado un plan de ajuste que implica echar a la calle al 60% de sus empleados (pasar de 22 a 9) y una bajada de sueldo de entre el 15 y el 20% para los que se salven de la quema. La dirección de IU lo aprobó sin pestañear, por aplastante mayoría: 74 votos a favor, uno en contra y seis abstenciones.

Si usamos la demagogia que suele emplear la izquierda diríamos que a Alberto Garzón no le tiembla el pulso a la hora de mandar al paro a 14 personas, a 14 familias, y que no pestañea cuando tiene que recortar sueldos. Diríamos que los platos rotos los pagan los de siempre y que hay una salida más justa a la crisis económica que atraviesa la formación. Si, por el contrario, utilizamos la lógica y el sentido común comprenderemos que no les queda más remedio que hacer lo que hacen por una sencilla razón: se han chocado de bruces contra la realidad. Y la realidad es muy tozuda y se impone incluso a la utopía comunista. Cuando llega la hora de la verdad, cuando hay que pagar nóminas y la caja está vacía hasta el más rancio comunista se la envaina.

Esa moraleja convendría trasladarla desde el caso particular de IU a la realidad política de este país en el que Pedro Sánchez quiere desalojar al PP del poder a toda costa para traer el cambio. Y ese cambio consiste en aumentar el gasto público, renegociar el objetivo de déficit con Bruselas, derogar la reforma laboral y reducir a la mitad el paro. Es decir, la cuadratura del círculo. Sánchez, si se empeña y si su partido no se lo impide, podrá llegar al poder abrazado a Podemos. Pero luego hay que gobernar y pasar de las promesas del papel a los hechos concretos. Y acabará echando a la calle al 60% de la plantilla y bajándole el sueldo al resto, como ha hecho Garzón en su partido y como hizo Zapatero cuando despertó del sueño 'progre' en el que se había sumido y, de un plumazo, congeló las pensiones, bajó el sueldo a los funcionarios y recortó en 15.000 millones el gasto público. Por fin está gobernando, dijo entonces Felipe González.

Probablemente no podrían consumar sus deseos pero basta con volver la vista a Grecia para entender cómo se puede llegar a poner a un país entero al borde del precipicio en sólo unos meses.

El problema es que hasta que Sánchez torciera el brazo el daño que podría causar sería tremendo. Todos los esfuerzos de estos años tirados a la basura y vuelta a empezar. Con un agravante, su socio Podemos no le iba a permitir rectificar tan fácilmente porque Iglesias cree de verdad en el “nuevo socialismo del siglo XXI” inventado por Chávez en Venezuela. Los 'podemitas' quieren la destrucción de este sistema para poner otro en su lugar que da miedo. Probablemente no podrían consumar sus deseos pero basta con volver la vista a Grecia para entender cómo se puede llegar a poner a un país entero al borde del precipicio en sólo unos meses. A Tsipras, como a Garzón, la realidad acabó venciéndole incluso contra el mandato explícito de los griegos que le ordenaron tirarse por el acantilado en aquel famoso referéndum. Finalmente no lo hizo y optó por el camino de la sensatez, pero la factura de su empecinamiento ha sido muy alta.

Y aquí puede suceder algo parecido por el egoísmo personal de un individuo, Pedro Sánchez, que quiere que el sillón presidencial le salve el pellejo político; caiga quien caiga, incluso si el que cae es su propio país. Es francamente increíble lo que está ocurriendo. Y es más surrealista aún que muchos empiecen a creerse eso de que lo que conviene es un supuesto gobierno del cambio y progresista.

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