Otegi a la calle como Urrusolo: libertad y homenajes a etarras no arrepentidos
Uno tras otro, los etarras salen de la cárcel. El domingo 28 Urrusolo Sistiaga, el martes 1 Arnaldo Otegui. La semi impunidad de los asesinos no deja indiferente y significa muchas cosas.
El conocido y sanguinario etarra José Luis Urrusolo Sistiaga salió el domingo 28 de febrero de la cárcel. Libre. Fue condenado a más de 900 años de prisión por asesinatos, secuestros, atentados, y por la misma pertenencia al "comando Madrid" y a la dirección de la banda armada marxista y abertzale. Pero el Estado se ha conformado con hacerle cumplir 19. Una deuda social, por otro lado inabarcable, pagada al 2%. El crimen terrorista es barato en España, según parece.
No es el único, sino uno más en una lista llena de sangre y dolor. El martes 1 de marzo sale de su cárcel riojana Arnaldo Otegi Mondragón, portavoz de Batasuna y por tanto perteneciente a la rama política de la misma banda ETA. Sus compañeros de ideas y de militancia, ahora agrupados en buena parte de Sortu y a través de Bildu, han organizado todo como si se tratase de una victoria política: unas palabras del líder liberado al salir de Logroño, a la tarde un acto político de bienvenida en Elgoibar (Guipúzcoa), y el sábado 5 un gran mitin triunfal en el tradicional velódromo de Anoeta, en San Sebastián.
¿Triunfal? Sí, porque lo es. Estamos hablando del homenaje y la libertad de un etarra no arrepentido, un hombre que fue miembro de ETA (pm y m), de Herri Batasuna, de Batasuna y Euskal Herritarrok, por todo ello condenado como integrante de ETA, y luego –estando en la cárcel- nombrado por los suyos secretario general de Sortu. Lo cual quiere decir mucho tanto del carácter de la organización como de la seguridad jurídica en España. Por así llamarla.
Hagamos un poco de memoria ante la victoria política del criminal condenado Arnaldo Otegi, y una aproximación a sus posibles consecuencias, que no son pocas.
Ante todo, Otegi no es un héroe de la paz, como pretenden muchos de los suyos y algunos tontos útiles que nunca faltan por interés. ETA ha dejado de cometer delitos de sangre (puesto que su misma existencia es y sigue siendo un delito, aparte de todos los crímenes impunes que deben dejar de serlo) porque ha sido derrotada. La derrotó la Guardia Civil. La derrotó la Policía Nacional. La derrotó el Estado, en suma. Sin la colaboración ni de los abertzales de ninguna sigla ni de las instituciones autónomas vascas.
Arnaldo Otegi, el batasuno, el etarra, quería la victoria de ETA, combinando la acción terrorista y la acción en las instituciones. No quería la paz, sino la imposición de sus ideas. Otra cosa es que ETA y Batasuna fueron derrotadas por las Fuerzas de Seguridad –cuando al fin se les dejó actuar- y luego por la Ley de Partidos.
Otegi no fue encarcelado por sus ideas, no es un mártir de la libertad de expresión, sino que se trata de un criminal confeso. No fue a la cárcel por ser independentista, ni por organizar un partido político independentista (cosa que en muchas grandes democracias del mundo sí podría suceder, sin dejar de ser democracias), sino por colaborar desde la política con la banda a la que había pertenecido directamente y con la que compartía proyecto, ideas y organización.
Si Otegi pasó a organizar “procesos” y “vías” fue porque, ante la evidencia de la derrota del terrorismo armado, él quería aún su victoria política. No fue por convicción sino por necesidad que planteó “sacar el conflicto de las calles”. Así que fue y aún es el protagonista de ese chantaje por varios medios en el que se trató y trata de vender el fin de ETA a cambio de un precio político. Pero ningún Estado puede llamarse soberano si renuncia a sus principios y leyes, ni puede llamarse democracia si pone a una minoría marginal armada e impune al frente de cualquier decisión política, por pequeña que sea.
Ahora Otegui es un político –sin pedir perdón, sin renunciar a nada-, y si alguien aún cree en coincidencias se sorprenderá de su liberación justo en este momento. Un momento decisivo por varias razones, entre ellas dos que afectan muy directamente al liberado.
Ante todo, hay este mismo año elecciones en la Comunidad Autónoma vasca. Las espadas llevan una legislatura en alto, porque por primera vez la “izquierda abertzale” derrotó al PNV o amenazó con hacerlo. Ahora, todo ha cambiado: ha llegado Podemos al País Vasco, y aunque su estética e ideas no están tan lejos del mundo batasuno –son, de hecho, en gran medida independentistas- han restado votos directos a Sortu-Bildu. Hay todo un juego político en curso. El PSOE y mucho menos el PP ya no son un problema para los abertzales; pero hay un partido planteado, largo y duro, entre el PNV y quienes aglutine y el que fue mundo de ETA, que está en pleno curso de reorganización ideológica, militante y administrativa. Otegi es el hombre llamado a dar a este bloque la unidad y la cohesión necesarias; o eso creen muchos. Y muchos esperan sus palabras, tanto dentro como fuera de su propio entorno.
Además, desde 2012 en su propia familia ha surgido un hermano menor y rebelde. Los IBIL (Iraultzaileen Bilguneak - Núcleos Revolucionarios) no cuentan con más de 150 afiliados, pero son de lo más militante de la izquierda abertzale y rechazan cualquier condena de ETA o de sus crímenes. Afirman “la legitimidad de todos los métodos de lucha” y condenan como traidores al patriotismo socialista vasco a quienes en su opinión cedan ante el Estado. Hasta ahora son puramente marginales, pero actúan, pintan, ponen pancartas y sobre todo se consideran depositarios de la herencia moral de ETA y de HB, ante la “traición” de otros.
No es que IBIL quiera algo diferente de lo que siempre ha querido Otegui: Independencia, Socialismo, unidad territorial y reeuskaldunización. La cuestión es más bien que suponen una ulterior división del mundo batasuno en un momento de incertidumbre, y además lo hacen incluyendo etarras notables en sus filas, como quizá Fermín Sánchez Agurruza (que puede ser el ideólogo), Juan Ignacio Aldana (quizá el activista), Isidro María Garalde o Juan Lorenzo Lasa Mitxelena. Son marxistas, son independentistas y no renuncian a matar si es preciso. Lo que implica un grave problema de organización para el entorno de Sortu y Bildu, que quieren la victoria política en la CAV y a la vez la definitiva claudicación del Estado, sea con un eternamente provisional Rajoy sea con un huero Sánchez.
Por eso Otegi, el “hombre de paz” tiene muchos toros que torear ahora que sale a la plaza. Tiene que unir a su público, e impedir que unos se le vayan con Podemos y otros se echen al monte con estos nuevos milicianos. Tiene que ser a la vez atractivo para los más radicales y presentable como para poder ganar las elecciones al PNV. Supongo que puede hacerlo, y que lo intentará. Pero el problema de fondo es que desde Anoeta en adelante el protagonista de la política en una región española sea, de nuevo, un etarra condenado.