Pedro Sánchez firma el discurso más kafkiano de su camino hacia la nada
Escuchando al socialista parecía que lo único que ha pretendido es poner en marcha el reloj de los dos meses que faltan hasta que se disuelven las Cámaras para convocar nuevas elecciones.
Un discurso lleno de vaguedades. Ambiguo. Que vale para un roto y un descosido. Además, un monólogo. Una pena, porque un debate, más el de la investidura de un presidente de Gobierno, debe ser siempre un contraste de opiniones y, por primera vez, en el Congreso, en el mismo día, no se han podido escuchar las diferentes opiniones expresadas en las urnas que han alcanzado representación democrática.
Esta vez, por una decisión controvertida del presidente del Congreso, Patxi López, solamente se ha alzado la voz de Pedro Sánchez sobre lo que considera debe ser un Gobierno del PSOE encabezado por él mismo. Una lástima, desde luego. Una ocasión desperdiciada al comienzo de una legislatura que se autodenomina como la de la “nueva política” en España. Habrá que esperar a este miércoles para contrastar las propuestas del candidato socialista con las otras fuerzas parlamentarias.
Además, un discurso tan atípico que ya el mismo candidato reconoce que no va a terminar en investidura, al menos este próximo viernes. O sea, un intento que sabe será fallido. Porque Sánchez es consciente de que la suma de los diputados del PSOE y Ciudadanos, es decir, 130 diputados, los que ha logrado reunir con el acuerdo sellado, se queda muy lejos de los 176 votos necesarios para poderse instalar en La Moncloa. Por tanto, un camino hacia la nada si consideramos el objetivo primordial al poner en marcha el proceso constitucional para encontrar a un presidente del Gobierno.
Escuchando a Sánchez este martes más bien parecía que lo único que ha pretendido es poner en marcha el reloj de los dos meses que faltan hasta que se disuelven las Cámaras para convocar nuevas elecciones. Aunque hasta llegar a esa fecha, claro, todos en su fuero interno piensen que podrán tender la mano a unos y otros para remover las reticencias hasta convertirlas en apoyos que permitan que lo que hoy sólo es un candidato sea un presidente. Más que mirar a las dos próximas votaciones que van a celebrarse esta semana Pedro Sánchez ha parecido estar muy pendiente de la senda que deberá emprender la próxima semana una vez que este primer intento de investidura se cierre sin éxito.
De ahí que, en realidad, el discurso del líder del PSOE haya sido sobre todo un relato sustentado en la genérica idea del cambio. Ha buscado poner en aprietos a los diputados que no se avienen apoyarle más allá de los del PP. Un claro gesto para marcar a las bancadas a su izquierda reticentes como colaboradores necesarios en que continúen el Gobierno de Mariano Rajoy y las políticas del Partido Popular. Al final, nada nuevo bajo el sol: el juego anti-PP que tanto rédito ha dado al PSOE estos años.
Eso sí, un discurso que saca a la luz las verdaderas intenciones de Pedro Sánchez a partir del lunes, una vez constatado que el pacto impuesto por el Comité Federal del PSOE con Ciudadanos no da para arrebatar al centro derecha el poder. En buena medida, este martes hemos asistido al primer discurso en público preparatorio del Gobierno de izquierdas con el que desde el día 20 de diciembre ha soñado Pedro Sánchez.