Pedro Sánchez pone la otra mejilla a Pablo Iglesias para malestar del PSOE
El candidato socialista pasó por alto la humillación a la que Iglesias le sometió desde la tribuna del Congreso. Y ahora sigue mendigando su apoyo agarrado al clavo ardiendo de Carmena.
Quizás logre su objetivo de ser presidente del Gobierno pero será en todo caso a costa de dejarse en el camino buena parte de su dignidad. Pedro Sánchez sigue mendigando el apoyo a Podemos, incluso después de que el miércoles Pablo Iglesias humillara al PSOE desde la tribuna de oradores del Congreso, tanto en las formas como en el fondo del discurso.
En las últimas horas se ha agarrado al clavo ardiendo que le ha servido en bandeja la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena. Aunque luego se haya matizado, la musa de Iglesias le ha pedido a Podemos que deje gobernar con su abstención al PSOE tal y como los socialistas hicieron hace unos meses con ellos en el ayuntamiento de Madrid. Flaco favor le ha hecho a coleta morada. Si el caso de los titiriteros le distanció de algunos de sus concejales esto puede reabrir las heridas e incluso profundizarlas. Pero esa es otra historia que ya veremos cómo acaba.
El caso es que Carmena le ha dado el argumento que el PSOE buscaba para seguir implorando a Podemos su abstención el próximo viernes. Antonio Hernando no ha tenido el más mínimo rubor en hacerlo. Que si ellos le dieron la Alcaldía a Carmena, a Kichi y a tantos otros “sin pedir nada a cambio”; que si aún está a tiempo de rectificar; que si lo importante es echar a Rajoy... Es fácil imaginarle sentado en una acera frente al portal de Iglesias con un cartón en el que, escrito a rotulador, se lea: “Pido votos para ser presidente”.
Poco le ha importado a Sánchez que el miércoles el líder podemita insultase gravemente al PSOE, a sus militantes y al expresidente del Gobierno, Felipe González, que este jueves se preguntaba por qué tiene tanta "rabia y odio" dentro. Ya en la inmediata réplica del debate de investidura se vio el tamaño de las tragaderas del candidato socialista que, como toda contestación, le dijo a Iglesias que él se siente muy orgulloso de González. Y a continuación le tendió la mano para seguir negociando. Inaudito.
La actitud de Sánchez quedó aún más en evidencia cuando desde Andalucía, Susana Díaz, salió rápidamente a exigir una disculpa a Iglesias y tildar de “indecencia política” su discurso contra el PSOE. El contraste entre la actitud tibia de Sánchez y la enérgica reacción de Díaz deja en muy mal lugar al secretario general y destapa hasta qué punto está dispuesto a admitir casi cualquier cosa si eso le lleva a La Moncloa.
No es la primera vez que Sánchez agacha la cabeza ante una humillación pública de Iglesias. Ya lo hizo el día en el que el podemita, tras verse con el Rey, salió en rueda de prensa a exigirle la vicepresidencia y cinco ministerios. Pedro mantuvo entonces un silencio clamoroso lo que causó casi tanta indignación en las filas socialistas como la propia chulería de Iglesias.
Ahora Iglesias se ve fuerte y con libertad total para decir y hacer lo que le dé la gana. Ni Carmena ni las súplicas de Sánchez y Hernando le van a hacer cambiar de opinión en el “no” al candidato socialista. Es más. Cada súplica aumenta la factura que Podemos le va a pasar al PSOE a partir de la próxima semana a cambio de su apoyo. Si Sánchez quiere ir a La Moncloa tendrá primero que ceder ante Iglesias, pagar un precio inasumible y aceptar a los independentistas. Esa es su única posibilidad de ser presidente, la que por cierto buscaba cuando viajó a Portugal a enseñarnos a todos el camino que había escogido.