Los neoconservadores declaran la guerra a Donald Trump
Los mismos que justificaron con mentiras incluidas las aventuras exteriores que han pasado factura a EEUU son los mismos que ahora arremeten contra el candidato "outsider".
La semana pasada el diario alemán Handelsblatt advertía de que “la candidatura de Trump ha abierto la puerta a la locura: que suceda lo impensable, una broma pesada hecha realidad”. El diario alemán añadía que “lo que parecía grotesco debe ahora discutirse seriamente”.
Es lógico que un periódico servil, que existe solamente como cobertura mediática para garantizar un poder que no quiere dar cuentas a nadie, se exprese en estos términos. Al fin y al cabo, la estupidez se adorna a menudo con los atributos de una inteligencia aparente. Si tuviera que explicar qué es “lo grotesco” o qué es la “broma pesada”, posiblemente Handelsblatt tendría que echar mano de lo de siempre para acallar a los críticos: el código penal, la Verfassungschutz –digna homóloga de la Stasi pero mucho más hipócrita- y del dinero que fluye hacia semejante tipo de prensa mercenaria.
Sin esto, Handelsblatt no sería más que un periódico “grotesco”, una “broma pesada”. Al parecer, asegurar las fronteras de un país, negarse a participar en guerras ideológicas, innecesarias, de proyección catastrófica y resistirse a contemplar cómo potencias extranjeras y corporaciones transnacionales destruyen la industria que costó varias generaciones levantar, es algo absurdo y reprobable para los parámetros mundialistas y absolutamente sectarios de periódicos como Handelsblatt.
Y es que estas cuestiones son las que critica Trump. El tan denostado candidato neoyorquino no es si no la rabia de la gente que se resiste a mandar a sus hijos a morir al otro extremo del mundo, a contemplar cómo su país es cada vez más caribeño o cómo sus ciudades se empobrecen. Y cuando las personas se unen para protestar, para oponerse de acuerdo a las reglas del sistema establecido, entonces no se apela al “respeto” y a la “tolerancia”, sino que es “locura”.
¿Qué Trump es de formas agresivas y poco diplomáticas? Pues, ¿qué esperaban en la época del electoralismo tecnificado? Cuando el mundo occidental se ha convertido en un verdadero patio de Monipodio, cuando la refriega electoral raya al más bajo nivel en nombre de la democracia o, lo que es aún peor, cuando se amparan en sesudos análisis de académicos apesebrados las medidas que habrán de conducir al pueblo a su ruina, muchos nos alegramos de que alguien aplique también su propia medicina a los que año tras año nos han venido medicando a nosotros.
En nombre de la democracia se ha impuesto en los EEUU –y en Europa también- la más descarada plutocracia. Es de celebrar que alguien peleón se resista a pasar por el aro. Con la victoria del “supermartes”, Trump acaricia la nominación de un partido que está demostrando que solo cree en la democracia de los candidatos del poder. Ahora un montón de cretinos, fracasados y conspiradores, todos ellos artífices de la desastrosa guerra de Irak, han firmado una carta para decir que Trump es un fraude.
Robert Kagan, ingeniero de una de las políticas exteriores más catastróficas que se recuerdan, se permite dar lecciones a Trump porque a él, a Kagan, nadie le pide cuentas de su responsabilidad sobre miles de vidas. ¿Por qué? Pues porque periódicos como Handelsblatt hacen su trabajo. Max Boot en The Weekly Standard –divertido libelo belicista-, gente como Eliot A. Cohen, Daniel A. Blumenthal y otros tantos “GOP National Security Leaders” –todos ellos responsables de la desastrosa política de la administración Bush, se atreven a llamar “fraude” al que critica el nefasto legado que dejaron.
Como si aún no hubiera habido bastante sangre inútilmente derramada, a ellos les gustaría que anduviéramos en guerra con medio mundo –por ejemplo, con el “dictador” Putin- para llevar a los confines del mundo sus aspiraciones y delirios: es decir, la destrucción y el caos.
Si, en buena lid capitalista, les pidieran responsabilidades por su cuenta de resultados, todos ellos hubieran sido despedidos por su incapacidad y daños colaterales sobre cientos de miles de inocentes. Pero no: resulta que Trump es “un fraude”. Y esto se puede decir viniendo de ellos porque el cinismo no conoce fronteras, menos aún entre gente como los firmantes de la carta, acostumbrados a vivir de la intriga y la mentira en nombre de la “seguridad nacional”.
No quiere ser esto un alegato ni a favor ni en contra de Trump, que tiene el mérito de hacer honradamente su trabajo. Es un alegato contra la casta de conspiradores internacionales, mezcla a partes iguales de incompetentes y criminales, que alentó y diseñó la política exterior de los EEUU desde el 11/9, que arrastró al abismo a países de todo tipo, incluido el suyo, y que ahora pretende dar lecciones desde el pedestal de un falso prestigio remozado con sangre inocente. Está al alcance de cualquiera comprobarlo.