Libertad a la romana, modelo para España
Una sentencia de los tribunales italianos demuestra que en aquella Península hay más libertad y probablemente más sentido común que en la España de la memoria histórica
Dos romanos se saludaban deseándose paz como hombres libres. Y usaban ese mismo saludo en señal de respeto a sus mayores y de recuerdo de sus muertos. Simplemente un hecho histórico, que pervive en los monumentos más grandes y en los más humildes, en los de anteayer, los de ayer y los de mañana, en Astérix y en el Capitolio. Simplemente, tradición y sentido común.
No hace falta ser un símbolo de la Italia del siglo XX como Sofía Loren, ni su sobrina, para asumir con naturalidad todo lo que el país ha sido como parte de su identidad. Lo patológico sería intentar de amputar selectivamente una parte del pasado, sólo por gustos ideológicos, o reescribir falazmente ese mismo pasado. Que es justo lo que la izquierda española ha hecho y sigue haciendo con sus diversas intensidades de “memoria histórica”, y que es lo que la derechita española, tan centrada, progre y económica ella, ha hecho y sigue haciendo.
El 3 de marzo una sentencia del Tribunal Supremo (Corte di Cassazione) ha rechazado el recurso del fiscal jefe de Milán Pietro Basilone y ha reconocido la plena legalidad en Italia y en público del saludo romano y de la tradicional conmemoración de los caídos.
Para la concejal milanesa Roberta Capotosti, acusada ante los tribunales por saludar romanamente en la conmemoración anual de Sergio Ramelli –militante del Fronte della Gioventù y víctima del terrible terrorismo de extrema izquierda-, de Enrico Pedenovi, diputado provincial del Msi y de Carlo Borsani, asesinado tras adherirse a la República Social Italiana, no disimula su felicidad. Esta sentencia “sienta jurisprudencia para toda Italia para todos los acusados en procesos similares”. En su opinión, “se trata de una sentencia histórica, única en su género… Sentenciar que no se trata de un delito, como se ha visto en los varios tribunales [menores] y ahora en el Tribunal supremo, significa reconocer la sacralidad de un gesto que para tantas generaciones… representa algo sagrado e irrenunciable”.
Con esta sentencia, además, se pone en tela de juicio la llamada Ley Scelba (llamada así por el ministro democristiano que la lanzó en 1952, para intentar contener el auge neofascista que él temía). No se trata en modo alguno de un neo fascismo ni de reconstruir el fascismo con sus géneros… precisamente estos gestos, que son más antiguos y más amplios que los de la Italia del siglo XX, perviven más allá que un fascismo que como tal ya no existe, y van más allá de la política mediocre de los cargos. Hay en cambio uso gestos, y unos saludos, y una memoria, como unos monumentos, que forman parte de la memoria y de la herencia de todos, y no pueden ser limitados sólo por una interpretación de la política discutible y ya muy lejana en el tiempo.
Nadie obliga a nadie a saludar a la romana ni a cambiar de opinión. Tampoco lo impiden. Y tampoco los monumentos de unos y otros periodos de la historia se destruyen o reinterpretan según los intereses políticos de hoy. Esta sentencia italiana, y el entorno general de Italia, pueden asomarnos a un país más desordenado, pero indudablemente más libre que este otro que espera imponer una “verdad oficial” de extrema izquierda republicana, y además una en cada comunidad, y en algunas cerca de la ETA, cambiado desde los nombres de las calles hasta la disposición de los monumentos. Se llama, curiosamente, libertad.
Pascual Tamburri