De las negociaciones "trasversales" a los líos internos
Los tres meses que llevamos de legislatura en funciones no nos habrán dado gobierno, pero sí mucha información de interés general
La incertidumbre sobre cual de las combinaciones posibles será la que finalmente haga posible que tengamos un gobierno, no solo está dejando en pelota picada la verdadera naturaleza de todos y cada uno de los líderes –en unos casos con más sorpresa que en otros–, sino que está provocando movimientos sísmicos muy interesantes en todos los partidos que también nos ayudan a conocerlos mejor en base a la manera que están teniendo de resolverlos.
El último y más llamativo, de momento, ha sido el de Podemos. La salida fulminante de Sergio Pascual de la Secretaría de Organización de la formación morada revela que las maneras manu militari de Pablo Iglesias, que a partir de ahora se hace con el control territorial del partido en un momento clave, no son una leyenda urbana, lo que no ha sido óbice para que los rumores se disparen: cuando el número uno de un partido fulmina al número tres, lo que tiene dentro es una crisis de caballo.
En el PP, la actitud de Rita Barberá, entre soberbia y desafiante, y la condescendencia de Mariano Rajoy para con la exalcaldesa también ha puesto en evidencia las dos "almas" de un partido que se debate entre la continuidad de quienes creen que el resultado en las urnas avala su tradicional manera de hacer las cosas y quienes piensan que no está el horno para bollos y que la necesidad de renovación es urgente.
Dentro del PSOE tampoco se salvan: la doble, triple o cuádruple vara de medir de Pedro Sánchez, todo sonrisas con Gómez Besteiro al que necesita imperiosamente de cara al congreso de mayo, molesta y mucho a quienes no pueden olvidar cómo fumigó a Tomás Gómez. Por otro lado, su cada vez más evidente disposición a hacerse un Artur Mas, cediendo ante algunas de las exigencias de Podemos en detrimento de lo acordado con Ciudadanos, tampoco ayuda a la hora de los aplausos internos.
Y en Ciudadanos, empieza a asomar la duda sobre si Rivera no se habrá equivocado confiando en ese acuerdo que cada vez parece que tiene menos peso en Sánchez. En el partido naranja hay un cierto temor a la cara de panolis que se les puede quedar si al final, como algunos vaticinaban, se confirma que el líder del PSOE solo les ha utilizado para picar a Podemos y se quedan abandonados en la cuneta.
Y en esto andan enredados, unos y otros: en apagar con más o menos brío sus propios incendios. Eso sí: de programas, de todo aquello que nos prometieron en campaña y de lo que nos interesa al pueblo soberano, nadie ha vuelto a decir ni pío. Da que pensar, ¿no?