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Los papeles de Panamá

Sólo hay una buena noticia, y es que continuamente comprobamos que atrás quedan los tiempos en que se presumía de burlar a Hacienda. Hoy sigue haciéndose pero al menos la condena es clara.

Artistas, futbolistas, empresarios, políticos... no se libra nadie.

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Políticos, empresarios, futbolistas, aristócratas…

La lista no sólo es larga, sino enormemente variopinta. Un auténtico manual de quehaceres varios, aunque con un mismo denominador común: la querencia por no pagar a Hacienda. Es decir, la voluntad deliberada de no contribuir al esfuerzo colectivo de conseguir que todos los españoles puedan educarse y sanarse de sus enfermedades.

Se dirá que constituir una sociedad en el extranjero es quehacer perfectamente legal, en cuanto que eso no implica necesariamente que se haya utilizado el artilugio en cuestión como receptor de fondos en busca de la virginidad fiscal. Desgraciadamente, tal monserga ya no es creíble desde hace más de doscientos años en que Lamarck nos enseñó aquello de que “la función crea el órgano y la necesidad la función”; o, en otras palabras, que todo surge para algo (sobre todo, si el protagonista es la condición humana, la necesidad es la avaricia y la función, el ahorro -por insolidario y delictivo que éste sea-).

Sólo hay una buena noticia, y es que continuamente comprobamos en radios, columnas de opinión y bares, que atrás quedan los tiempos en que se presumía de burlar a Hacienda. Hoy sigue haciéndose -la burla, me refiero-, pero al menos la condena social es clara. Y eso se debe a que no pagar a Hacienda ya no es un concepto abstracto, un aséptico incumplimiento de la ley que sólo haría daño a antipáticos funcionarios con manguitos. Hoy se percibe la defraudación como lo que es: menos escuelas, menos camas en los hospitales y menos cuidados para los ancianos.

Naturalmente, sigue faltando lo de siempre: voluntad política de acabar con la delincuencia fiscal, en forma de un endurecimiento de las penas para los defraudadores, una ampliación de los vergonzosamente bajos plazos de prescripción para los delitos fiscales, una inspección tributaria realmente dirigida a hacer su trabajo, y unos fiscales y jueces libres de trabas para perseguir y castigar a los malos.

Y lo fundamental en esta lista de ausencias: unos gobernantes honrados, que no deban favores a sus padrinos por carecer de ellos.

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