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La irresistible fascinación por el mal

Esto es lo que ocurre cuando se dedica más tiempo del debido a leer las declaraciones de Iglesias: uno se termina contagiando de la pedantería seudocultureta del Líder Máximo.

La irresistible fascinación por el mal

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@hodeiOtegi: “En los 60 ETA era ETA... En los 90 empezaba a ser batasuna... En el 2012 empezó a ser el 15M. Y hoy es ETA el Westminster y el Parlamento EU”.

El invitado de Pablo Iglesias en el Parlamento Europeo ha hablado: "Todos los presos políticos vascos deben salir de prisión y los refugiados deben volver". Esto dijo Arnaldo Otegi en la asamblea europea durante su participación en el debate sobre La situación del proceso de paz vasco.

El Consejo de Europa definió como preso político a todo aquél que está encarcelado a causa de sus creencias y actividades políticas.

Antón López Ruiz, alias Kubati, 13 asesinatos; Josu Zabarte, alias el Carnicero de Mondragón, 17 asesinatos; Antonio Troitiño Arranz, 22 asesinatos; Henri Parot, 82 asesinatos; Iñaki de Juana Chaos, 25 asesinatos… Éstos son -o han sido- los “presos políticos” a los que se refiere Arnaldo Otegi.

Según parece, Otegi incluye dentro las “actividades políticas” de las que habla el Consejo de Europa a las bombas, los secuestros, las matanzas de niños en supermercados y cuarteles, el asesinato de Miguel Ángel Blanco, el entierro en vida de José Antonio Ortega Lara o la mutilación salvaje de Irene Villa. Pero a Podemos y a Pablo Iglesias eso no parece importarles. Es más, asumen entusiásticamente su tan socialdemócrata doctrina, subiéndolo a los altares del parlamentarismo europeo y ofreciéndole púlpito y pompa democrática. Todo ello en una calculada campaña de blanqueo mediático, calcada a otras muchas anteriores (desde luego, estos muchachos originales no son), que busca lo de siempre, o sea, convertir en mártir-redentor-de-pueblo-oprimido a un ser banal, previsible y soporífero burócrata del terror, sin más interés que la maruja curiosidad malsana que nos despierta la maldad en estado puro.

Cuestión de fascinación. Unos la sienten por la belleza, otros por la inteligencia, aquéllos por la naturaleza, los de más allá por la música. Y Pablo Iglesias por el mal.

Quizá se trate de lo que ya apuntó el Gran Líder en la Complutense, cuando señaló a un periodista -a uno sólo- como el enemigo a batir por sus camisas moradas (otra vez, la vieja táctica del consabido manual totalitario que consiste en vencer al todo concentrándose en una pequeña parte: el resto se rendirá sin luchar). Recordemos que habló de la “dimensión psicoanalítica” de Podemos: Arnaldo Otegi, ¿encarnación del Ello de Pablo Iglesias, liberado de la represión de su Super Yo?... Sí, esto es lo que ocurre cuando se dedica más tiempo del debido a leer las declaraciones de Iglesias: uno se termina contagiando de la pedantería seudocultureta del Líder Máximo, y las sandeces expresivas se acumulan.

Volvamos, pues, al castellano viejo: de mayor, Pablo Iglesias quiere ser Arnaldo Otegi, pero no se atreve. Todavía. Antes ha de consumarse su Gran Transición.

Como la primera, la suya ha de hacerse “de la ley a la ley”, es decir -y mutatis mutandis-, ganando en las urnas (aunque sea gracias a la mentira, el populismo, la incansable frivolidad de cuatro aprendices de brujo y la infinita estupidez humana). Pero una segunda transición con una gran diferencia con respecto a la primera, ignorada -creámoslo así- por el noventa por ciento de los votantes de Podemos: su dirección será la contraria.