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America first: una revolución en marcha

Es buena cosa que la victoria de Trump haga convulsionar a más de uno. Hace también pocos días temblaban por el triunfo de un “ultraderechista”, Norbert Hofer, esta vez en Austria.

America first: una revolución en marcha

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Veo a toda la hez del periodismo contorsionarse cada vez que Donald Trump asoma la nariz en algún telediario. Es natural. Porque Trump es una revolución en marcha que ha acabado al mismo tiempo tanto con el legado de Obama-Clinton como con la herencia de los Bush. Con su victoria en Cleveland, prácticamente ha asegurado su nominación y, desde esta semana, los sondeos ya le dan como vencedor sobre Hillary Clinton. También desde esta semana el Partido Republicano no volverá jamás a ser lo mismo y, los temas con los que nuestros analistas copian como monos sus “análisis” locales, van a perder actualidad y predicamento. Lo siento por Libertad Digital. Si finalmente la victoria de Trump se hace efectiva en las elecciones presidenciales, muchas cosas van a cambiar también en el escenario político internacional.

Los que quieran hacerse una idea de lo que se puede esperar de una hipotética “administración Trump” deben leer el discurso pronunciado por el candidato ante el “Center for the National Interest” el pasado día 27 de abril. He aquí algunas “píldoras” difíciles de tragar para algunos: soberanía económica frente a NAFTA y el “libre comercio”, defensa de las fronteras y una política exterior sensata, en favor de los intereses americanos, no de los de algunos visionarios. Esto es solo una resumen de las ideas fuerza detrás de Trump, que ha conseguido el apoyo mayoritario de los electores pese al boicot abierto de su propio partido y de las grandes transnacionales afincadas en los EEUU. Al principio del citado discurso, una frase destaca sobre las demás: “America First will be the major and overriding theme of my administration” (América primero será en lema principal y dominante de mi administración). La idea retoma la bandera del gran movimiento anti-belicista de los años 1940 y 1941, impulsado por gente como Charles Lindbergh y apoyado por jóvenes como los hermanos John y Joseph F. Kennedy, Gerald Ford, Robert Sargent Shriver, el presidente Herbert Hoover y la escritora -e hija de presidente- Alice Roosevelt.

De todo esto me gustaría destacar una cosa: cómo se ha evidenciado la tramoya del poder. La retórica de la “libertad” y la “democracia” ha dejado bien claro que semejante palabrería en nada se corresponde con la realidad de intrigas y de camarillas que actúan impunemente tras las bambalinas, como ya informamos en esta columna. Al final, los CEOs de empresas capaces de comprar países enteros parecen francamente preocupados porque la gente exprese libremente su voluntad y diga lo que quiere. Se reúnen, hablan entre ellos como una casta aparte de todos -lo que realmente son- y, encima, cuentan con la complicidad de unos medios que no apuntan ese mismo poderoso foco mediático que usan una y otra vez con las últimas correrías sexuales de gente sin enjundia, famosa por el solo hecho de ser famosa. Mucha palabrería liberal pero finalmente se trata del mismo, rastrero y repugnante poder, en el más bajo sentido, de toda la vida.

Es buena cosa que la victoria de Trump haga convulsionar a más de uno. Hace también pocos días temblaban por el triunfo de un “ultraderechista”, Norbert Hofer, esta vez en Austria. La cosa se complica para ellos porque los EEUU no es meramente un rico país de Centroeuropa. El cambio de paradigma en EEUU alterará muy probablemente la geopolítica del planeta.

Pero no desesperemos: con todo, es aún posible que algún fiscal “contra el odio” dicte una orden internacional de busca y captura. Sería divertido, ¿no creen?