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La mano que mece la cuna es la mano que domina Cantora

Por fin conocemos la auténtica realidad de Dulce, la niñera de Isabel Pantoja, siempre dispuesta a cumplir los deseos de la tonadillera.

Por fin conocemos la vida de Dulce

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Detrás de su sonrisa impasible y su postura impertérrita, se esconden todos los secretos de la vida de Isabel Pantoja. Sus ojos, son testigos de los secretos más inconfesables de la tonadillera y sus silencios valen una fortuna. Antes que Dulce hubo otras niñeras que decidieron poner punto y final a unas condiciones con las que quizás no comulgaban, de ahí que decidieran abandonar a Isabel, cuando Isabelita era aún un bebé. Sin embargo Dulce, quizás por fidelidad y agradecimiento o por tener por fin la familia y el cobijo que nunca tuvo durante su infancia, decidió mantenerse al lado de Isabel, siendo la única testigo en silencio que presenció la evolución del círculo más íntimo y más importante para la tonadillera. Desde su amistad con Encarna Sánchez y María del Monte, pasando por su relación con Diego Gómez y Julián Muñoz.

Dulce fue testigo de la amistad de Pantoja con María del Monte y del amor de la tonadillera y Diego Gómez

Dulce fue testigo invisible, de las épocas más convulsas y de las épocas de más tranquilidad y estabilidad emocional de la cantante, propiciadas principalmente durante la amistad con María del Monte y su relación con Diego Gómez, que dado su carácter intentaba sin éxito poner orden en las finanzas de Isabel, sobre todo en la época del restaurante “La Cantora” y “Cantora kopas”, que casi la lleva a la ruina económica pero no emocional.

Y mientras tanto Dulce estaba a su lado. Siempre sin cuestionar, siempre sin opinar ni juzgar. Siempre en silencio. Toda la vida de Isabel, pasaba por la manos de la niñera, convirtiéndose, por devoción que no por obligación, en el centro neurálgico de todo lo que concernía a la casa. Poco a poco fue ampliando sus obligaciones. Lo que empezó como responsable de las necesidades del benjamín de la familia Kiko, cuando contaba tres años, acabó convirtiéndose en la responsable doméstica. En la mano derecha de Isabel.

Dulce se encargaba de que todo estuviera a gusto de Isabel: desde la despensa hasta los asuntos económicos

Mientras la cantante intentaba organizar su vida sentimental, sus giras y sus negocios de restauración, Dulce se encargaba de realizar las trasferencias que Isabel ordenaba para el cuidado de su familia, atender los pagos los seguros, los ingresos , la luz, la compra, llevar los coches al taller, estar pendiente de los niños, ocuparse de recogerlos, llevarlos al colegio, atenderlos, vestirlos, decidir los menús de la familia, asegurarse que la despensa siempre estaba llena al gusto de Isabel, todo, absolutamente todo pasaba por las manos y decisiones de Dulce.

Tal confianza había depositado la tonadillera en su niñera Dulce, que no solamente le confió lo más preciado de su vida, sus hijos, sino que la única persona que podía acceder a su espacio más íntimo, cerrado bajo llave, en la Moraleja, era Dulce, ni siquiera sus hijos podían acceder al dormitorio, si no estaba Isabel dentro. Pantoja le confió la llave y Dulce se encargaba de ordenar y mantener en perfectas condiciones sus aposentos, cerrado siempre bajo llave.

De Dulce poco ha trascendido, salvo que su padre la abandonó a ella y a sus hermanos y que su madre falleció siendo aún una niña. Su vida la volcó en el universo Pantoja, al punto que los pocos días que tenía libres los compartía con personal de la casa con los que iba a cenar o al cine, pero eso fue solo al principio. A medida que pasaban los años e Isabel la necesitaba más y más, el espacio y tiempo de Dulce se veía cada vez más limitado, muchos días de libranza los pasó atendiendo a su señora.

Dulce tuvo un "amigo" muy efímero que no le duró demasiado tiempo

Contaba con un mes de vacaciones, siempre en agosto, pero nunca suficientemente pagado, sobre todo cuando Isabel, muy a pesar de Dulce, decidió instalarse en “La Pera”, la nueva residencia de Pantoja junto a Julián Muñoz, que supuso el inicio de la brecha insalvable entre señora y empleada. Tan sólo tuvo un amigo, años atrás, que le regaló un halo de color a su vida, pero fue tan efímero como la sonrisa de Dulce, por lo que decidió volcarse en su trabajo y su cuerpo, donde gastaba el modesto sueldo que obraba, pero que le daba para usar la misma marca de cremas que su jefa.

De todo lo que Dulce deja entrever solo hay una verdad. Si algo hubiera tenido con Julián Muñoz, Isabel la habría despedido de manera inmediata, del mismo modo que la puso de patitas en la calle cuando supo del embarazo de su hija y se tomó más atribuciones de las que realmente le correspondían en ausencia de lazos de sangre y sí de una nómina.