"¿Y ahora qué?"
El listón, reconozcámoslo, está sobrehumanamente alto. Y es que todo lo imaginable (y lo inimaginable, también) lo han hecho ya.
@ahorapodemos: “"La ilusión se va a extender por todo el país ante una candidatura de cambio" @Pablo_Iglesias_#SumamosParaGanar”
Expirando ya la sobremesa de esta XI legislatura (alias la Enana gótica, por recibir el mordisco de la Historia tan joven como la niña de “Entrevista con un vampiro”), cuestiones varias centran los acalorados debates que se perpetran en radios y televisiones: ¿cuál es la denominación apropiada para lo que tendrá lugar el 26 de junio: segunda vuelta, nuevas elecciones o repetición de las anteriores?; confirmada ya la UTE entre Podemos e Izquierda Unida, ¿cuánto tardará el joven y leal Garzón en gritar la versión ad hoc de “El rey ha muerto, ¡viva el rey! (o sea, “Cuarenta años de lucha y resistencia antifranquista han muerto, ¡viva el veranillo loco de la heroica y temeraria resistencia antimarianista”)?; ¿qué misteriosa fuerza anima al gran estadista Garzón que ha hecho posible que él, solo, haya logrado en unos pocos meses lo que Reagan, Walesa y el papa Wojtyla tardaron tantos y tan largos años en conseguir?... (naturalmente, sin olvidarnos del interrogante clásico de esta temporada: ¿qué siente, qué piensa, de dónde ha salido Rufián? ¿Existe Rufián de verdad?).
Vanos afanes. Todas estas sesudas disquisiciones en las que nuestros politólogos se enzarzan con saña son puro bizantinismo (o sea, y como diría el docto Rufián, que no valen pa ná).
Y es que se equivocan de preguntas. En realidad, la gran incógnita que se plantea respecto al nuevo curso político que amenaza por el horizonte es sólo una y muy distinta: ¿y ahora qué? O, más concretamente, después de todo lo visto y vivido en estos últimos seis meses, ¿qué pueden hacer ya los estrategas de Podemos para animar la campaña, para estimular el voto, para excitar el celo militante del pueblo? ¿Qué les queda por hacer?
El listón, reconozcámoslo, está sobrehumanamente alto. Y es que todo lo imaginable (y lo inimaginable, también) lo han hecho ya: han paseado a un bebe por la tribuna del Congreso, solemnes juramentos de lealtad a la Constitución han sido sustituidos por tiernos versos adolescentes; los discursos se han nutrido de cal viva a la vez que, en otras ocasiones, se han visto felizmente reemplazados por morreos que todo lo prometían.
También han creado héroes: el ejemplar concejal podemita de Jaén, encarcelado por descoyuntar a palos a un socialista; o el glorioso Otegi, arrojado gudari, experto en las aproximaciones por la espalda. Y, lo que es aún más importante (es sabido que el odio compartido une todavía más que el credo), también han identificado a muchos y variados enemigos del pueblo: desde los presos políticos venezolanos, tan vilmente reincidentes en su miserable crimen de pensar distinto y querer la libertad, hasta un concreto y solitario periodista, culpable del pecado de describir lo obvio.
Llegados a este punto, ¿qué queda por hacer? ¿Cómo podrá seguir sorprendiéndonos el eternamente sonriente Líder Máximo?
Que nadie abrigue duda alguna: algo se le ocurrirá al fan de “Juego de Tronos” para que el espectáculo continúe.
Tan sólo quieran los dioses que su éxito no sea tal que esta legislatura, la Enana gótica, termine siendo sustituida por la Viva la Gente. Más que nada, porque quizá entonces no habrá ya necesidad de más alias a los que acudir, puesto que tampoco habrá ya legislaturas posteriores que apodar.