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Iglesias tira de la “operación Servilleta” para golpear el tablero político

Quiere sacar del mapa al PSOE. No es tarea fácil, lo cual está hecho sobre el papel. Tanto como para asestar serios ataques de contrariedad el 26-J.

El abrazo de la Puerta del Sol. ¿Habrá "mordida" al voto del PSOE?

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Los ruidos de una nueva carrera hacia las urnas siempre mantuvieron los motores de Podemos en marcha. Las maletas de Pablo Iglesias permanecían hechas a partir del famoso 22 de enero, cuando le ofreció la presidencia a Pedro Sánchez y se autonombró vicepresidente. La opción de las elecciones, mientras los ensueños monclovitas del secretario general del PSOE se desvanecían de la mano de Albert Rivera, estaba encima de la mesa de Iglesias. Y ante ese escenario, la guardia de corps podemita trabajaba en poner a su disposición las coordenadas para meter a sus siglas en el partido por arrebatar al socialismo la hegemonía de la izquierda.

De modo que Iglesias distrajo a Sánchez con intercambió de regalitos, manos tendidas, buenas palabras, postureos mirando a la cámara. Pero detrás de la empalagosa gestualidad, sus huestes hacían números, profundizaban en algunas líneas marcadas en la anterior campaña del 20-D y renovaban estrategias. En todos los sentidos. Y entre otras, engullir a Izquierda Unida. Con el espectáculo de la política todavía en las Cortes, Carolina Bescansa emitía entre bambalinas señales tales como un melancólico empeño por sumar entre 10 y 15 escaños a sus 69 (Podemos + confluencias) de haber ido en los pasados comicios juntos con Alberto Garzón. Los oídos y los ojos de los espectadores estaban sin embargo ocupados en los caminos de la gobernabilidad.

Unidos Podemos, la operación emprendida por Pablo Iglesias, ha quedado plasmada en la “operación Servilleta”, según relatan a Esdiario fuentes solventes. El nombre procede de una anécdota: La capacidad del líder morado de escribir en una servilleta de papel una larga serie de escaños, incluidas las provincias más pequeñas donde se reparten tradicionalmente cinco, cuatro o tres escaños, que deberán acabar en la órbita de su coalición. Tirando de esos pronósticos, por ejemplo, Iglesias ha mandado al ex JEMAD, José Julio Rodríguez, como cabeza de cartel en Almería, donde los podemitas lograron a duras penas representación el pasado diciembre.

La amplía estructura rural de IU en manos de Pablo Iglesias pretende quebrar a los socialistas en su bastión mítico. ¿Demasiado bocado? Veremos

Lo cierto es que el actual reparto electoral jugó en contra de Podemos. Para muestra, en Jaén obtuvo 48.362 votos; en Cáceres, 34.552; o en Guadalajara, 23.736, sin que en ninguna de esas provincias lograra un escaño. También se dejó muchos votos de esta manera en otros lugares. La formación morada lo hubiera alcanzado quizá de contar con los apoyos de Izquierda Unida. En cambio, obtuvo por los pelos el último sillón en La Rioja, en Huesca, Burgos o Badajoz. Los efectos de la ley d´Hont han captado la atención de Iglesias en su objetivo de mirar de “tú a tú” al PSOE. Porque, al final, puede convertirse en una losa que trunque sus expectativas. Todo resulta relevante desde el punto de vista político. Esa es la moraleja de las cuentas de la lechera.

La fuerza de Podemos y sus alianzas se ha apoyado en Madrid, Andalucía, Cataluña, Galicia, Comunidad Valenciana y País Vasco. Ir de la mano de Garzón debe servir a Iglesias para arrancarse una espinita. Con una diferencia de 12 escaños – 22 de los socialistas por 10 de los podemitas -, las siglas se dejaron en territorio andaluz gran parte de su ventaja en el centro y norte de España, cuatro puntos menos que la media nacional, que se sitúo en el 20,5% de los votos en las pasadas generales. Y, claro está, deshizo los anhelos de alcanzar la hegemonía de la izquierda en número de papeletas. La amplía estructura rural de IU en manos de Pablo Iglesias pretende quebrar a los socialistas en su bastión mítico. ¿Demasiado bocado? Veremos.

La “operación Servilleta” está en marcha. Unidos Podemos y sus confluencias dominan de facto la escena de la izquierda. Los expertos en prospectiva electoral aventuran graves mordidas a un PSOE a la baja de los 5 millones de votantes que tira de iconos del pasado y apuesta su suerte a los mayores de 50 años. Las urnas tienen cinco semanas para dar su veredicto.