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Errejón se queda solo: Iglesias avanza hacia un “cóctel explosivo” sin él

La alianza Podemos-IU ha supuesto un revulsivo en el mapa electoral, pero su estrategia puede tropezar en las urnas, además de crear no pocos roces.

Iñigo Errejón y Pablo Iglesias, durante el debate de la fallida investidura de Sánchez.

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La posición de Iñigo Errejón en la cuenta atrás al pistoletazo de la campaña electoral está lejos de ser envidiable. El giro dado por Podemos atando a Izquierda Unida deja al supuesto jefe de campaña morado “fuera de juego”, como un espectador más, al verse forzado a asumir las tesis de Pablo Iglesias, que consisten en crear una nueva mayoría alejada del centro político, esto es, la transversalidad. En la estrategia de Iglesias, Errejón ha quedado como un lastre.

La situación resulta compleja, pues el acuerdo de Pablo Iglesias con Alberto Garzón formando la entente Unidos Podemos ha convulsionado el mapa electoral. Esa circunstancia ha ido acrecentando la confianza de ambas formaciones en su romance, más allá de la que ya tenían en su efecto multiplicador de suma de votos. Los estudios internos arrojan el deseado “sorpasso” al PSOE en papeletas y en escaños. Según difunden entre bambalinas los podemitas, esos trackings recién horneados les otorgan un 25% en intención de voto, a unos escasos 4 puntos del Partido Popular. El abultado 30% de indecisos que refleja su particular demoscopia es interpretado en Podemos como una “posibilidad real” de asaltar los cielos el 26-J.

Que un envalentonado Iglesias perciba la confluencia con Garzón como un acelerador a sus aspiraciones, le está llevando a obviar las formas, dejando atrás posiciones homologables con la socialdemocracia y dando un brusco volantazo hacia el marxismo leninismo. Los intentos de llevar a Julio Anguita en la lista de Córdoba, o el fichaje como cabeza de cartel por Jaén de Diego Cañamero, cabeza visible del Sindicato Andaluz de Trabajadores, experto asaltador de supermercados y de fincas, evidencian la deriva hacia posiciones en sintonía con el radicalismo. Pablo Iglesias juega así de fuerte.

Iglesias podría acrecentar el número de eventos conjuntos con Alberto Garzón. Además de ondear banderas republicanas y con la hoz y el martillo, ¿venderán también bustos de Lenin, el Manifiesto Comunista o biografías de Fidel Castro?

Suma y sigue, Iglesias podría abandonar la idea de organizar mayoritariamente de forma separada sus actos de Alberto Garzón y estaría barajando acrecentar el número de eventos conjuntos. Además de ondear banderas republicanas y con la hoz y el martillo, ¿venderán también bustos de Lenin, el Manifiesto Comunista o biografías de Fidel Castro, tal y como ha sido habitual encontrar en mítines de Izquierda Unida? Da la sensación de que el líder de Podemos no cree en disimulos ni en medias tintas y que está diseñando una campaña para presentarse como el rostro de la izquierda a secas, fagocitando a IU si hace falta. Sean cuales sean sus cuentas, Errejón tiene motivos para asistir con inquietud al proceso.

La única explicación para justificar un soslayo de la piel de cordero por parte de Iglesias es que haya arrojado en cuanto a la posibilidad de encandilar al electorado de centro y busque a la desesperada a la izquierda del PSOE la baza con la que asestar a Pedro Sánchez el golpe de gracia definitivo. Pero siendo así, Pablo Iglesias ha desnaturalizado por completo la vocación de Iñigo Errejón de construir un proyecto ideológicamente transversal. La premisa del aún número dos de la formación morada era defender planteamientos mayoritarios en la ciudadanía, como la lucha contra la corrupción, la regeneración, la justicia social… Los dados del tacticismo le son claramente adversos.

El consorcio Unidos Podemos hace ya imposible a Errejón servir de contrapeso político de Iglesias. Cada vez son menos los que pueden plantar cara al jefe dentro de las filas moradas.