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Cría cuervos

Ya lo dice un proverbio chino: “Quien un día fue picado por la víbora, siente temor a una soga enroscada durante diez años”.

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“Cada desalojo es un árbol talado con fuertes raíces y que ha echado miles de semillas”. Así rezaba un demagógico grafiti encontrado en un edificio ocupado y posteriormente devuelto a sus legítimos dueños. El propietario, principal perjudicado en todas estas apropiaciones, se convierte en improvisado actor secundario y representa, de cara a la sociedad pública, el papel de malo de la película en el guión de los agresivos invasores.

La violencia de los asaltantes de Gràcia se ha saldado con varias decenas de heridos, pocos detenidos, importantes destrozos en el mobiliario urbano y muchas ojeras entre los vecinos. La imagen de los niños pequeños utilizados como escudo humano por los okupas ha dado la vuelta al mundo en los informativos.

- “Seremos tu peor pesadilla”, gritaban los okupas del banco de Barcelona a la alcaldesa.

- “No me puedo creer que los míos me estén haciendo esto” , suspiraba una apesadumbrada Colau tras recibir las amenazas de sus semejantes.

Ada, que fue cocinera antes que fraile, (perdón por la comparación religiosa para una reconocida atea), ejerció de okupa hace apenas unos años. Formó parte del asalto a un viejo cuartel de la Guardia Civil en el barrio de la Barceloneta. Colau, ha disfrutado en su piel de las bonanzas de la apropiación de un edificio ajeno, sin preocupaciones por pagar alquileres, hipotecas o impuestos municipales.

Fue el ex alcalde Trías quien decidió pagar los 65.000 € de alquiler del banco expropiado para acallar las críticas por el desalojo de Can Vies. En el viejo local de Cataluña Caixa, los okupas han disfrutado de alquiler, luz y agua sufragados con los impuestos de todos los barceloneses.

Durante los últimos años, el Ayuntamiento de Barcelona ha hecho la vista gorda con varios edificios ocupados y ha planteado la posibilidad de adquirir espacios vacíos para facilitarlos a los diferentes movimientos okupas que campan por la ciudad.

Eloi Badia, actual concejal del distrito de Gràcia, extrañamente desaparecido durante los disturbios, confirmó a la prensa la predisposición del Ayuntamiento para adquirir el edificio ocupado. Horas después, ante el revuelo levantado por la noticia, el propio Badia confirma que el precio, más de medio millón de euros, es excesivo y que estudian soluciones alternativas a la compra del local. Las negociaciones con asociaciones de vecinos para que intercedan con los okupas se suceden a diario.

Jaume Assens, tercer teniente alcalde de Barcelona y reconocido anti sistema, llamó a los representantes de los Mossos para sugerirles que evitaran una acusación de cárcel para los violentos de Gràcia. Las rejas, mancharían la imagen progresista del equipo de Gobierno. Los dirigentes sindicales de la policía autonómica catalana respondieron a la concejalía exigiendo más “responsabilidad y diligencia” en la gestión. Colau, en persona, solicitó a los Mossos “proporcionalidad y prudencia” en la actuación. Una guerra de declaraciones que se ha plasmado en las actuaciones de unos y otros en el campo de batalla.

Mientras tanto, la imagen internacional de Barcelona se deteriora por minutos, y en EEUU advierten a sus ciudadanos sobre los peligros de viajar a la ciudad condal.

Colau, diez años después de gozar de la ocupación y con más de 100.000 € de ingresos, teme a aquellos con los que compartió ideales y vocación. Y es que, ya lo dice un proverbio chino: “Quien un día fue picado por la víbora, siente temor a una soga enroscada durante diez años”.

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