Mila Ximénez pierde el control e insulta, sin compasión, a Víctor Sandoval
La colaboradora está demostrando que no tiene aguante para la convivencia y que, efectivamente, tenerla como enemiga da mucho miedo.
Mila Ximénez es visceral y polémica a partes idénticamente proporcionales. Lo está demostrando en Supervivientes donde rara vez se le puede ver sonreír. Mila aparece crispada, víctima de la ira, siempre al límite y con una desproporcionada facilidad para el insulto. Es como si estuviera eternamente al borde de un ataque de nervios, como si quisiera castigarse con una aparente infelicidad que produce un rechazo incontestable. Excesiva sobrexposición.
Pero a pesar de su cólera, el magnetismo de Mila es innegable. Quienes hemos sentido su aliento en la nuca sabemos que su dualidad es más que previsible. Tiene una capacidad innata para convertir el odio en amor en tan solo un parpadeo. Es voluble y emocional. Y viceversa. Por eso no me extrañó cuando en la última gala arremetió, inmisericorde, contra Víctor Sandoval y, con su expulsión, lagrimeó sin consuelo. Porque Mila es así: un absoluto remolino que pierde fuerza cuando se le asesta un derechazo en el corazón.
Aun así, no tiene justificación la retahíla de insultos contra Sandoval. Me violenté ante el ardor de su mirada y, en efecto, con sus argumentos homófobos para desacreditarle. Es cierto que Víctor es cargante y excesivo, pero Mila tiene la mecha demasiado corta. Sus golpes bajos son imperdonables. Debería medir su odio que, en la mayoría de las ocasiones, es extremo e innecesario. Me compadezco, pues el odio es el único sentimiento que solo atañe al que lo siente.
Porque ser vehemente no es arrinconar verbalmente, ni tampoco amedrentar, ni siquiera abusar del poder mediático. Y Mila está demostrando en el concurso que juega con ventaja. Le hacen flaco favor aquellos que le aplauden y apoyan sus comportamientos erráticos. El más sensato parece su hermano Manolo que, olvidando su rifirrafe con Nagore Robles, reconoce sin dubitaciones que Mila se equivoca en muchas ocasiones. De nada sirve ahora que sus compañeros no reconozcan que tenerla como enemiga da miedo. Mucho miedo. Auténtico pavor.