Pablo Sorpaso
Pablo Laso cogió un equipo sin alma y una sección desahuciada y lo ha convertido, décadas después, en la referencia del baloncesto español.
Podría explotar internet si ahora mismo compartiera con vosotros todas las descalificaciones, mofas generalizadas y ninguneos que recibió el proyecto de Pablo Laso cuando éste firmó su contrato con el Madrid allá por junio de 2011. Pocos, por no decir nadie, confiaban en que pudiera ya no hacer lo que ha conseguido, sino llegar a comerse el turrón en el Palacio de los Deportes ese primer año. Hay quien dice que en las victorias no es momento de pasar factura, pero yo creo que sí. Los infieles tienen que pagar por sus pecados, y hay mucha gente que tiene que bucear en el océano de su memoria y reconocerse delante del espejo diciendo que a Laso le venía grande el Madrid, que el Chacho había perdido la magia, que Felipe estaba acabado, que Ayón venía lesionado, que Nocioni era muy viejo, que quién cojones era Slaughter, que Llull era un cabraloca y un largo etcétera de predicciones que nos hubieran llevado a la ruina si fuéramos tendentes a la ludopatía.
Tres ligas, cuatro copas, tres supercopas, una euroliga, una intercontinental, dos dobletes consecutivos y, lo que es más, un baloncesto espectacular, un reconocimiento internacional y una comunión con el Palacio que yo, personalmente, nunca antes había vivido. En estos cinco años se ha ganado más y se ha llegado a más finales que los veinticinco anteriores. Y todavía se le discute.
Pablo Laso ha girado la rueda de molino como hiciera Benjamin Linus en la isla de Lost y ha cambiado por completo el espacio-tiempo establecido.
Sorpaso es un término que se utiliza sobre todo en política para hablar de un partido que, de manera sorpresiva y casi repentina, adelanta a otro, el cual contaba con una larga hegemonía. Si nos centramos en el máximo rival del Real Madrid, que no es el dos veces descendido Estudiantes Targaryen, sino el Barcelona, o como se le conoce actualmente, el Barsalasa, resulta que en estos cinco años Pablo Laso ha girado la rueda de molino como hiciera Benjamin Linus en la isla de Lost y ha cambiado por completo el espacio-tiempo establecido. El Barcelona era indiscutiblemente el mejor club de baloncesto de España de las dos ultimas décadas y un referente a nivel europeo, y Pablo ha conseguido adelantar al Barsalasa por la derecha como un cohete, como un búfalo, como un Llull corriendo el contraataque.
Pablo ha conseguido adelantar al Barsalasa por la derecha como un cohete, como un búfalo, como un Llull corriendo el contraataque.
Capítulo aparte para Ante Tomic, del que se dijo que Pablo Laso nunca supo -o quiso- sacar rendimiento, lo cual es cierto, y que se cometía un terrible error dejándolo marchar al eterno rival. La cuestión es que el croata lleva siete temporadas en nuestra liga (tres en Madrid y una en la capital del brexit peninsular) con un balance sencillo de interpretar: estando en el Madrid ganó una Copa mientras el Barcelona levantaba cuatro títulos para, después, coger el puente aéreo y ver como su exequipo ganaba siete grandes títulos (obviando las supercopas) pero él se tenía que conformar con alzarse dos veces campeón de algo.
El equipo por encima de los jugadores. El global por encima de lo concreto. La idea colectiva por encima de las individualidades. El Madrid funciona porque todos juegan a lo mismo y si viene alguien nuevo o se adapta o se marcha. El Madrid ahora mismo es un concepto, una idea. Y perdurará en el tiempo porque los jugadores podrán irse, la afición podrá cambiar, pero las ideas nunca mueren.
El Madrid ahora mismo es un concepto, una idea. Y perdurará en el tiempo porque los jugadores podrán irse, la afición podrá cambiar, pero las ideas nunca mueren.
Ese es el mérito de Pablo Laso que, además y obviamente, tiene mucho que agradecer a sus grandísimos jugadores. Y viceversa, porque el Chacho, Llull, Rudy, Carroll, Ayón o Slaughter nunca fueron tan buenos como lo han sido con él.
Larga vida a Pablo Sorpaso, que cambió la hegemonía y llegó para quedarse. Gracias por la idea. Gracias por el baloncesto. Y gracias por dejarme vivir de tu nombre.