Los designios de la Nueva Clase
Todo esto no es si no una inmensa farsa. La inmigración masiva, el discurso “antirracista” y lo políticamente correcto son algunas de las armas fundamentales de la plutocracia.
La anulación de las elecciones austriacas por el Tribunal Constitucional de aquél país ha propiciado la perpetración de otro acto de ingeniería periodística por parte del “dazibao” de la progresía española, El País. Según el diario “global” (Sara Velvert: Invalidadas las elecciones presidenciales de Austria por irregularidades, 1.7.2016): “El FPÖ no solo ha conseguido con su exitosa impugnación una segunda oportunidad de situar a uno de los suyos a la cabeza del Estado por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, sino que ve reforzada su estrategia de cuestionar el sistema y sus instituciones”. Al parecer, antes de la Segunda Guerra Mundial gobernaba Austria el FPÖ. Este es el nivel.
La idea, por supuesto, no es solo de El País. Se trata más bien de una postura común de todos los defensores de la plutocracia: debe salir lo que a nosotros nos gusta. Por eso andan ahora coléricos con el “Brexit”. Ese nuevo patriciado que campea por la política con insufrible aire de superioridad moral, basada en las ridículas ideas que su prensa –literalmente suya- difunde, piensa que el ideario hiperliberal es la verdad rebelada sobre la Tierra. Por eso creen que ellos son los “cultos”, los “informados”, los “demócratas”, etc. No es de extrañar que, como cuenta John Pilger en su blog, justo la mañana tras las votaciones del “Brexit”, un periodista de la BBC daba la bienvenida en su estudio, como si fueran dos viejos amigos, a "Lord" Peter Mandelson, el funesto arquitecto de la criminal política de Tony Blair. “Bien”, le decía, “¿Por qué esta gente quiere que les vaya mal?”. Pero “esta gente” era la mayoría de los británicos.
Otro periodista apesebrado, Martin Kettle, aseguraba en su columna que “ahora podemos percatarnos de que con seguridad los referenda son malos para Gran Bretaña”. Bobadas similares hemos oído en España, por ejemplo, a Carlos Herrera en COPE. Esta actitud -votar es malo porque no sale lo que a nosotros nos gusta- es inofensiva solo en apariencia.
En 1934, el PSOE y la Esquerra Republicana organizaron un golpe de Estado en toda España, que dejó 1500 muertos en 26 provincias, por motivos semejantes: no salió en las elecciones lo que a ellos les gustaba. Otros, menos recatados que Kettle, se dedican a la pura y simple extorsión: el tesorero de David Cameron, George Osborne, amenazó con recortar las prestaciones sociales en 30 millones de libras esterlinas si los británicos votaban la opción “incorrecta”.
Todo esto, como lo de Austria, no es más que la punta del iceberg de una especie de Nueva Clase, que quiere implementar para todos una sociedad donde la toma de decisiones recae en los ultra-ricos y unos cuantos infeudados, mientras que una inmensa mayoría se transforma en trabajadores perpetuos que viven al día. Estos anhelos siniestros requieren la destrucción de la soberanía nacional y, en consecuencia, del Estado de Bienestar. ¿Cómo? Pues principalmente mediante la desnacionalización, la cultura de masas y la inmigración masiva.
De ahí que se les llene la boca con la ayuda a unos refugiados a los que hay que socorrer, pese a que jamás se habla de las razones por las que esas personas se han convertido en refugiados. Todo esto no es si no una inmensa farsa. La inmigración masiva, el discurso “antirracista” y lo políticamente correcto son algunas de las armas fundamentales de la plutocracia, que ha hecho de la izquierda a sus mamporreros favoritos: gente suficientemente estúpida para acudir a apuntalar, incluso por la violencia, los planes y designios de una clase a la que nada importa salvo ellos mismos.
Ante este crimen debe hacerse valer el derecho de los pueblos a preservar lo que ellos han sido. Es la única garantía de la libertad. Por eso frente a la globalización es necesario defender la patria; frente a la Unión Europea hay que defender la patria europea.